Andrés Isch: Carta a Daniel Noboa

Ese Ecuador cambió por complejos, dogmas y dinero sucio
Presidente, mucho se especula sobre los motivos de su contundente triunfo, buscando causas en los errores de sus contrincantes, en la brecha generacional, en el voto voluntario y hasta en el clima. Pero quizás la explicación no está en la estrategia electoral que usted utilizó sino en la propia naturaleza de los ecuatorianos. Este ya no es el país en el que mi generación creció, mucho menos el de mis padres o de mis abuelos, pero siento que puede haber una suerte de memoria ontológica que de manera profunda aún nos permite entender qué somos y cómo nos conectamos entre todos. Usted, presidente, parece haber intuido con acierto que esa identidad no sólo se mantiene latente, sino que hay una necesidad por sacarla a flote.
Siempre nos caracterizó tener un espíritu trabajador y resiliente. Nos producía orgullo el fruto del esfuerzo propio y admiración el éxito ajeno. Al menos en el imaginario, había consenso sobre valores comunes y su ultraje era suficiente para movilizar a los ciudadanos. Nos percibíamos solidarios, listos a acudir al auxilio de nuestros vecinos, sin importar su origen o forma de pensar. Y éramos libres: no temíamos al poder ni nos sometíamos a él.
Pero sobre todo los ecuatorianos éramos conocidos por nuestra bondad, aun al extremo de pecar de ingenuos. Mientras hasta hace escasos veinte años nuestros vecinos se desangraban en luchas ideológicas y sufrían el azote del terrorismo, en esta ‘isla de paz’ jamás se habría aceptado a la violencia como un camino para la reivindicación social.
Ese Ecuador cambió por complejos, dogmas y dinero sucio. Cambió porque olvidamos nuestra esencia; usted, presidente, tiene la gran oportunidad y responsabilidad de recordárnoslo. Genere identidad en la ética. Llene, a partir del ejemplo, nuevamente con contenido las palabras democracia, decencia, respeto al prójimo. Sobre todo, haga de la honestidad su mayor capital, no sólo en cuanto al manejo de los recursos públicos sino también para priorizar las políticas públicas que ayuden a los más pobres a vivir mejor, aun si éstas no son populares.
Aproveche la coincidencia de siglas y ayúdenos a recuperar nuestro ADN.