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Andrés Isch: Defender la belleza

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La belleza del entorno en el que vivimos es esencial para construir una sociedad digna

En los años 70, Bilbao dejaba de ser una próspera ciudad, pues su industria siderúrgica y naviera estaba en declive. En 1983 la crisis se agravó cuando una gran inundación arrasó con el casco central de la ciudad. La tragedia se completaría con la aparición sanguinaria de ETA y su guerra independentista.

En un par de décadas, pasaba de ser una sociedad referente de desarrollo a una fracturada, marcada por el terrorismo y la pobreza. Fue entonces cuando empresarios y pensadores, agrupados en Bilbao Metrópoli 30, decidieron trabajar de la mano con el sector público y plantear soluciones a largo plazo. Tres fueron los proyectos iniciales: un museo, descontaminar el río y un metro. Pero, sobre todo, convencieron a las autoridades de que toda obra que se realice tenía que volver a la ciudad más bella; por más eficiente o útil que fuera, ninguna inversión pública se justificaría si no mejoraba la estética del entorno.

La recuperación del río permitió el desarrollo inmobiliario de las zonas más deprimidas; el metro creó una sensación de igualdad para sus habitantes, particularmente las mujeres, siendo uno de los más seguros del mundo; el museo Gunggenheim es ahora el nuevo corazón del orgullo bilbaíno. El cambio parece complejo pero la fórmula es simple: reemplazar la oscuridad con luz, el desasosiego con esperanza, fomentando la belleza. Una fórmula que se repitió en Medellín, rescatándolo de la violencia al invertir en los barrios más peligrosos con la construcción de bibliotecas, espacios artísticos e infraestructura de calidad.

Tenemos la enorme fortuna de vivir en un país maravilloso, con condiciones geográficas únicas y un clima privilegiado. Es hora de admirarlo e invertir para que esa estética también se refleje en sus barrios, pueblos y ciudades, comenzando por los sectores más pobres y azotados por la violencia. Necesitamos de manera urgente encontrar nuevos motivos de orgullo, pertenencia e identidad. La belleza del entorno en el que vivimos es esencial para construir una sociedad digna que le apueste a la paz y a sueños en común.