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Andrés Isch: Ecuador y el corazón

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Ecuador a veces te arranca el corazón, pero luego te lo vuelve a colocar

Entre los incendios que azotaron a Quito hace pocas semanas, hubo uno que inició cerca del colegio de mi hija. Arrasó cultivos de la zona, bosques e incluso algunas viviendas y estuvo muy cerca de no solo ser una tragedia material sino humana, pues los niños se encontraban en clases cuando sucedió. No pude dormir esa noche porque al miedo de lo que pudo ser, de lo que pudo pasarle a mi hija, se sumó la indignación sobre la posibilidad de que los incendios hayan sido deliberadamente provocados. ¿Cómo puede haber en alguien tanta crueldad como para hacer algo así, cómo se pudo haber transformado nuestra sociedad en una donde predomine la maldad? Sin embargo, al día siguiente esa rabia cambió al ver los esfuerzos espontáneos de ciudadanos que se organizaron para apoyar a los bomberos y acoger a las víctimas, o las brigadas de voluntarios que pasaron varias noches monitoreando que no se reactive el fuego. Solidaridad, generosidad y empatía a raudales.

Y es que el Ecuador es así, un país donde lacras enquistadas en lo público se han llevado incluso el dinero de los pacientes terminales, pero donde las familias comparten hasta el último pedazo de pan para cuidarse unos a otros. Un país donde, pese a navegar en el horror de la violencia, basta que unos amigos encuentren para tener motivos de repartir abrazos y risas, porque se reconocen en el otro con orgullo. Un país perforado por la minería ilegal pero que tiene en sus cuatro puntos cardinales maravillas naturales que dejan sin aliento a cualquier extranjero.

A veces sentimos que este el país de los narcos y de los corruptos, de la indomia de lo público y la humillación perpetua, de las horas oscuras y la desesperanza; cuando la realidad es que es el país del colibrí y de los Andes, del mar y la alegría, de la gente honesta, de los atardeceres y de la esperanza. Este país nos pertenece y sin duda vale luchar por él. Nos sobran recursos naturales y condiciones que son ventajas comparativas, y también nos sobran personas buenas que quieren salir adelante.

Ecuador a veces te arranca el corazón, pero luego te lo vuelve a colocar.