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Andrés Isch | Enseñar a fracasar

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No creo equivocarme si digo que a los ecuatorianos no nos han enseñado a fracasar

Tuve la suerte de estar en una charla de Mar Romera, una maravillosa psicopedagoga especializada en inteligencia emocional. Con mucho énfasis insistió en la necesidad de que los padres permitan a sus hijos tomar riesgos, equivocarse y aprender de esos errores. “Los límites están para que los niños aprendan a romperlos con cuidado”, nos dijo. La tolerancia a la frustración es un factor determinante en el futuro de esos niños, pues no solo les dará herramientas para superar los obstáculos sino también carácter y resiliencia.

No creo equivocarme si digo que a los ecuatorianos no nos han enseñado a fracasar. Tendemos a desconocer el valor de los largos procesos y de la disciplina, de la constancia, la innovación y la preparación, sea esta intelectual, física, estructural o emocional. Rehuimos de los compromisos sostenidos en el tiempo, de la planificación y del valor de apalancarnos en experiencias ajenas. Dios proveerá, suerte o muerte, o chulla vida no son sinónimos de osadía sino de comodidad y hasta vagancia para no hacernos cargo de las responsabilidades de nuestras acciones u omisiones.

Nuestra política ha explotado, con mucho éxito nuestra fragilidad ante el fracaso, convirtiéndolo en una lucha eterna con el objetivo de dividirnos y conquistar, ya sea como divisiones de clases o dogmáticas. Es tan perverso ese juego que nos han marcado un camino no solo de odio y desconfianza, sino también de rechazo a los referentes nacionales que se destacan. En lugar de exaltar el camino recorrido y convertir la tenacidad con la que lo recorrieron en un espejo para nuevas generaciones, se los despedaza por pelucones o longos o ricos o por la humana condición de no poder ganar siempre.

Yo quiero más empresarios exitosos, más deportistas que nos llenen de orgullo, más físicos y maestros premiados, no menos. Quiero más modelos a seguir de los antes nombrados y no los referentes de la cultura narco o los corruptos que pululan en cada espacio de poder y estoy seguro de que en esto coincido con la inmensa mayoría de ciudadanos. Para ello, atesoremos a los que tenemos, aprendamos de su capacidad para enfrentar el fracaso e imitemos, día a día, su fortaleza para trazarse metas y seguir adelante.