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Andrés Isch | Identificarnos en la bondad

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Es urgente entender qué nos hace ecuatorianos para poder construir la sociedad que queremos a partir de ello

La diversidad del Ecuador es maravillosa. Sus condiciones únicas producen un sinnúmero de microclimas, productos, realidades y, en consecuencia, también costumbres y tradiciones. Son diferencias que nos enriquecen pero que al mismo tiempo dificultan tener grandes factores de identidad nacional. Más allá de los colores, el himno y eventos puntuales como logros deportivos o lo que se percibía hasta los 90 como la amenaza de una guerra con Perú, no hay muchos nexos de unidad emotiva e inequívoca. La música, la comida o los referentes históricos se conciben más desde lo local que desde lo nacional.

Esos escondidos problemas de identidad nacional son fuente de otros más evidentes. Por ejemplo, la facilidad con que bandas delincuenciales reclutan a sus miembros tiene un componente importante en la falsa sensación de pertenencia y orgullo que ofrecen a jóvenes que no encuentran otro espejo en el cual mirarse. O el enorme espacio de impunidad que tienen los corruptos en una sociedad que no defiende lo público porque no lo entiende como algo propio.

Pero hay un elemento de unidad que es muy subestimado: los ecuatorianos somos buenos. Este es un país donde, pese a las enormes dificultades, estamos siempre dispuestos a dar una mano a nuestro vecino, a empatizar con quien sufre y a poner el hombro. Donde empresarios, activistas y ciudadanos de todas las regiones se organizaron en pocas horas para ayudar a las víctimas del terremoto de 2016, o durante la crisis del covid, en la que se levantó una enorme cantidad de fondos privados para equipar hospitales, comprar medicinas y dar de comer a quienes a quienes no tenían con qué. Un país donde las madres más pobres crean redes de cuidado para sus hijos para que ellas puedan salir a buscar con qué subsistir, y donde existe un gran número de empresarios que en lugar de abandonar el país en los momentos de crisis, se comprometen con plata y persona, en silencio, para construir escuelas, dotar a poblaciones de agua potable o reducir los índices de desnutrición crónica infantil.

Es urgente entender qué nos hace ecuatorianos para poder construir la sociedad que queremos a partir de ello. Enorgullecernos de ser personas buenas es un gran punto de partida.