Andrés Isch: Madeja
La crisis energética es el último ejemplo de este perverso modelo, donde la complejidad estatal beneficia a unos pocos
En un fin de semana de apagones, se nos ocurrió hacer una manualidad en familia que requería envolver unos moldes con lana. Mi tarea, al ser el menos hábil de todos, consistía en desenredar una gran bola de madejas. Mi paciencia duró un poco más de una hora hasta que tomé una tijera y convertí esa enorme telaraña en muchos pedazos para que podamos avanzar con la actividad.
Me quedé pensando en esta anécdota como una perfecta metáfora de lo que se ha convertido nuestra institucionalidad. Tenemos miles y miles de normas inconexas, incongruentes, contradictorias y anacrónicas. Miles de instituciones y dependencias públicas, nacionales y locales. Un sinnúmero de requisitos y trámites para cada paso que damos, aún en las esferas en las cuales un estado racional y eficiente no debería meterse. Vivimos en una madeja de complejidades que pone el pie a cualquier iniciativa privada y que, lejos de proteger a los ciudadanos, son una trampa que genera la corrupción: a más enredo, más incentivos para que algún próspero funcionario venda una solución.
Adicionalmente, estas pesadas estructuras requieren de una maquinaria que las mantenga funcionando, por lo que los ya escasos recursos públicos se van en el pago de justificadores de trámites en lugar de invertirlos en los ciudadanos que más los necesitan. Estoy seguro de que cualquiera de nosotros preferiría que se gaste en el sueldo de un médico que en el sueldo de requisitos de forma antes de estampar un sello.
La crisis energética es el último ejemplo de este perverso modelo, donde la complejidad estatal beneficia a unos pocos y lastima a los más débiles. Han sido casi dos décadas de monopolio público que han permitido prácticas mafiosas desde sindicatos, mandos medios y proveedores. Aún hoy en día, con los evidentes resultados que la estatización genera, hay voces que por dogma o interés siguen satanizando la inversión e innovación que puede venir desde los privados.
Hemos llegado a un punto donde lo más sano es cortar la madeja (comenzando por el modelo constitucional) y reconstituir el Estado en uno simple, eficiente y solidario.