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Andrés Isch: El octavo círculo

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Si un propósito debiéramos tener para el 2025 es ayudar a recuperar el sentido de pertenencia sobre lo público

En la Divina Comedia, Dante coloca en el octavo círculo del infierno a políticos y jueces viciados, al que “allí del no, por oro, hace el sí”, al que no solo es corrupto nimio sino una excelsa autoridad. Los imagina pagando penas aún más graves que a los violentos y a los viciosos, quizás porque el fraude a ciudadanos, la traición a la patria que les ha encomendado una misión, es el mayor germen de maldad y daño que puede existir.

La sociedad se sostiene frágilmente sobre la confianza en instituciones a través de las cuales se debe procurar el bien común y sobre todo la justicia: decir de cada cosa lo que es y dar a cada uno lo que le corresponde. El respeto al prójimo, el esfuerzo honesto y la solidaridad solo pueden multiplicarse cuando tenemos la certeza de que no serán arrebatados ilegítimamente por otros. Y las instituciones son, a final de cuentas, individuos. Personas que han sido colocadas para aplicar grandes acuerdos y custodiar los principios que guían esos acuerdos; cuando políticos y funcionarios nos fallan, sin que sufran consecuencias, se quiebra esa confianza que separa la paz del horror.

Por ello, el mayor fracaso que hemos tenido desde el regreso a la democracia ha sido la incapacidad de señalar a los corruptos y extirparlos para siempre del espacio público, porque no solo que son esos políticos corruptos los que han privado a los más necesitados de las herramientas que necesitan para cerrar brechas de pobreza, sino que sobre todo se han encargado de sembrar la sensación de que luchar por la decencia no vale la pena porque nunca nada cambiará. Todo lo que hoy nos angustia (inseguridad, desempleo, crisis energética) tiene su origen en décadas acumuladas de saqueo estatal e impunidad.

La primera condición necesaria e innegociable para tener un mejor país es que la delincuencia organizada no pueda volver a controlar sus destinos. Si un propósito debiéramos tener para el 2025 es ayudar a recuperar el sentido de pertenencia sobre lo público y sobre el futuro del Ecuador.