Premium

Andrés Isch: Pintar el cielo

Avatar del Andrés Isch

Pintar el cielo no es una utopía sino una necesidad

Un día, cuando mi hija tenía un poco más de tres años, la encontré en el jardín jugando con una manguera. Estaba absorta en el arcoíris que se formaba cuando apuntaba el chorro hacia arriba. ¿Qué haces?, le pregunté, pensando en que estaba desperdiciando el agua. Su respuesta fue: “estoy pintando el cielo”.

Hace poco recordé esta anécdota en una conversación con un amigo empresario y filántropo quien, en silencio, dedica buena parte de su vida a ayudar al resto. Ecuatorianos como él, muchos más de los que imaginamos, pintan el cielo a diario. Apuestan a un mejor futuro y mejoran la vida de una gran cantidad de personas. Su obra requiere de mucho trabajo, esfuerzos y usualmente también recursos, pero sobre todo requieren soñar, como lo hace mi hija, en que sus acciones pueden transformar todo lo que nos rodea.

El Ecuador necesita de una gran cantidad de soñadores, pero también de encontrar ciertos sueños en común que se conviertan en derroteros que superen diferencias y los malos momentos. Sueños grandes, locos, que parezcan imposibles pero que terminen conquistados por el espíritu de diecisiete millones de ciudadanos.

Tenemos condiciones geográficas y climáticas únicas como para convertirnos en el destino más importante de la industria aeroespacial, que en el futuro podría atraer inversión privada tan diversa como para el lanzamiento de satélites, el turismo espacial o la fabricación de chips en un ambiente sin gravedad. Podríamos ser también una potencia forestal, generando miles de millones de divisas en exportaciones y entre uno y dos millones de empleos formales al mismo tiempo que se capturan enormes cantidades de carbono. O unir esfuerzos para liberar al país de la desnutrición crónica infantil, abriendo un universo de oportunidades a la quinta parte del país que hoy en día está condenada a una vida de limitaciones y falta de capacidades.

Las voces de nuestros líderes (políticos, empresariales y sociales) deberían orientarse a vendernos esos sueños y el esfuerzo de todos debería estar puesto en alcanzarlos. Pintar el cielo no es una utopía sino una necesidad.