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Andrés Isch | ¿Cuánto vale una idea?

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Podemos fecundizar el campo de las ideas, apostando por ellas. Hay muchísimos engranajes que ajustar desde lo público

Ecuador exporta petróleo y minerales, ambos ítems columnas fundamentales de la economía nacional. También exporta productos agrícolas y acuícolas de altísima calidad, valorados en todo el mundo por ser los mejores en su segmento: tradicionales como camarón, rosas, brócoli, atún y otros nuevos como arándanos o pitahaya.

Hemos podido aprovechar las ventajas comparativas de una geografía única y la suerte de estar en la línea ecuatorial, con una luminosidad que no es replicable en otras partes del mundo; pero, salvo pocas excepciones, no vamos más allá de lo que nos da la tierra. En definitiva, somos muy buenos en lo que hacemos, pero hacemos poco. No tiene que ver con capacidad o talento, pues los ecuatorianos somos valorados en el extranjero por su ética de trabajo y sus cualificaciones profesionales, sino porque nunca nos hemos planteado como una prioridad nacional el valorar las ideas.

Nos cuesta creer en nosotros mismos y nos cuesta creer en nuestros vecinos. Solemos deslumbrarnos con lo que llega de afuera y nos descuidamos casa adentro. Consumimos relatos inspiradores hollywoodenses, pero somos ciegos ante las maravillosas historias de superación de nuestra propia gente. Esa gente que no solo tiene un fuego interior para luchar y sacar adelante a sus familias, sino que también está llena de experiencias forjadas a través de superar problemas. Con los incentivos correctos, el conocimiento empírico se convertirá en innovación y la creatividad en industria.

Podemos fecundizar el campo de las ideas, apostando por ellas. Hay muchísimos engranajes que ajustar desde lo público, como liberar las tasas de interés para premiar el emprendimiento y no el consumo, o fomentar en el sistema educativo el pensamiento crítico y el aprendizaje por proyectos en lugar de la memorización de textos, pero sobre todo el cambio debe venir desde los ciudadanos. Dejarnos de la victimización histórica, de envidiar el éxito, y en su lugar convencernos de que somos capaces de transformar nuestra realidad con ingenio, honestidad y trabajo duro.

¿Cuánto vale una idea? Vale nuestro futuro.