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Andrés Isch | La vida comienza tantas veces...

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Cada persona merece saber que la vida puede volver a comenzar, tantas veces como lo necesiten

Tomo esta frase para título de esta columna de una querida amiga y psicóloga, Ángela Samamé. Ella y tantos otros profesionales de la salud han visto el dramático incremento de enfermedades mentales, algo que no es ajeno a ningún ciudadano pues la gran mayoría de nosotros las sufre a través de un familiar cercano, un amigo, o directamente. Las cifras son alarmantes: se cree que un 20 % de los niños en el Ecuador presentan síntomas de depresión o ansiedad y que un 10 % ha considerado el suicidio. En la encuesta nacional Tu voz, tus derechos, realizada a 247.106 niños, adolescentes y jóvenes, apenas siete de cada 10 dice sentirse feliz en su vida diaria, tres de cada 10 han sentido acoso en el colegio y, abrumadoramente, casi la totalidad de ellos considera que se necesita más apoyo en su comunidad para apoyar la salud mental.

Aunque la salud mental no es ya el gran tema tabú de hace pocos años, aún mantiene un fuerte estigma. Es más probable escuchar hablar de ella en abstracto, sin asumir una afectación personal y directa, como si fuese una vergüenza o como si una enfermedad mental equivale a una debilidad. Esto es cierto especialmente en los hombres, pese a que tienen índices de suicidio que pueden llegar a ser cuatro veces más que los de las mujeres.

Ecuador no es un país mentalmente sano. Son varios lustros en los que nos hemos acostumbrado a vivir mirando por encima del hombro, con sobresaltos y amenazas permanentes. La mitad de los ecuatorianos se enfrentan a al estrés de sobrevivir en un trabajo informal y muchísimos son hijos de las crisis, que vieron de niños a sus padres emigrar o que han tenido que adaptarse a un entorno nuevo donde no terminan de encajar.

Las políticas de salud mental son tanto o más necesarias que las de salud tradicional, pues su impacto no se limita a los ciudadanos que las sufren, sino que se extiende a su núcleo familiar, social y laboral. Por eso deberían estar en el centro del debate y ser asumidas prioritariamente por cada autoridad. Cada persona merece saber que la vida puede volver a comenzar, tantas veces como lo necesiten, siempre que contemos con una sociedad que esté dispuesta a extender una mano de apoyo.