Arturo Moscoso: Asesinando a la democracia
Así se asesinan a las democracias: no con un disparo, sino con una serie de decisiones que parecen insignificantes
En la actualidad la muerte de las democracias rara vez ocurre a través de estruendosos golpes militares o tanques en las calles (aunque todavía sucede). Cada vez más, estos intentos de asesinato llegan como susurros, con la manipulación de instituciones, de funcionarios públicos, de las elecciones, o también disfrazados de ciertos procedimientos ‘pseudolegales’. La reciente suspensión de la vicepresidenta de Ecuador mediante un sumario administrativo es el ejemplo perfecto de esto último.
La ilegalidad e inconstitucionalidad de esta maniobra son tan evidentes que resulta difícil de creer que se atrevan a hacerla pasar por ‘legal’ o que haya algún abogado que ose defenderla. Pero eso es precisamente lo más peligroso: la erosión democrática casi siempre se ampara en lo ‘legal’ o en la manipulación de la ley, mientras socava lo legítimo.
En su libro Cómo mueren las democracias, Levitsky y Ziblatt advierten que los autoritarismos modernos llegan en dosis pequeñas, en forma de precedentes que la ciudadanía frecuentemente tolera, acepta, o incluso aplaude. Si una vicepresidenta electa puede ser suspendida mediante un procedimiento que está destinado a otros funcionarios, ¿qué garantiza que mañana no se use la misma fórmula para deshacerse de jueces incómodos (incluidos los constitucionales), legisladores críticos o cualquier otro funcionario que estorbe?
Este ‘golpe autoritario’ no es accidental. Es otra prueba, luego de la invasión de la Embajada de México, para ver cuánta impunidad puede tolerar la sociedad. Y, cuando no reaccionamos, enviamos el mensaje de que estamos dispuestos a aceptar más. La democracia, en teoría, debería ser un sistema de contrapesos y un escudo contra el abuso de poder. Pero cuando esos contrapesos son tan vulnerables que un simple burócrata a través de un sumario administrativo puede alterarlos, entonces la democracia empieza a resquebrajarse. Como advierten Levitsky y Ziblatt, cada paso de erosión democrática es también un ensayo. Y si este ensayo pasa inadvertido, habrá un próximo acto.
Así se asesinan a las democracias: no con un disparo, sino con una serie de decisiones que parecen insignificantes, hasta que, de repente, son irreversibles.