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Arturo Moscoso: ¿Y después del debate?

Avatar del Arturo Moscoso Moreno

En definitiva, un debate soso que nos dejó muy poco

Altas expectativas estaban puestas en el debate, que se esperaba que fuera apasionado, con intercambios directos e incómodos y respuestas ágiles e inteligentes. Con varios ases y errores no forzados, si se hace un símil con el tenis, o por los menos con el pádel. Pero no, parecía más una partida de ajedrez entre dos principiantes.

Quienes esperábamos una confrontación robusta, un ejercicio dialéctico entre posiciones divergentes, eso que le da sabor a la política, nos desilusionamos pronto. Los candidatos optaron en casi todo momento por eludir las críticas directas o responderlas con evasivas. Ni siquiera las preguntas de la moderadora lograron encender la chispa que provocara un enfrentamiento más acalorado.

No se me malentienda, yo no esperaba ni insultos ni gritos, pero sí contrastes claros. Que se evidenciaran las diferencias entre las propuestas de los candidatos. También un diálogo más frontal y preguntas más desafiantes.

Pero no, fue un debate falto de emotividad, en el que ninguno de los participantes se apasionó con lo que decía, aun con sacada y puesta de anteojos.

La discusión no dio luces sobre el cómo cumplir con las propuestas, aunque el uso de las reservas internacionales parece ser más prioritario para la candidata. Igualmente, en lugar de ser claro sobre la responsabilidad directa del gobierno del partido de la candidata en varios de los problemas que nos agobian, el candidato prefirió el eufemismo de “los gobiernos pasados”. También dejó pasar sin pena ni gloria excelentes oportunidades para poner en evidencia la corrupción de ese gobierno. Mientras, el abordaje de la inseguridad no pasó de obviedades.

En definitiva, un debate soso que nos dejó muy poco. Desconozco el efecto que haya tenido en el tablero electoral, pero se debe pensar en lo que viene después. Reflexionar en que el próximo 15 de octubre se enfrentan dos opciones: una que ya ha prometido a través de su máximo líder la cooptación de todos los poderes (como ya lo hizo antes), el autoritarismo y la impunidad; y, otra, que es una incógnita, pero en la que quizás la democracia tenga esperanza.