Arturo Moscoso: Los ‘izquierdos’ humanos
La historia nos enseña que proteger estos derechos ha sido una lucha constante contra las tendencias autoritarias de esas ideologías
La actual coyuntura de violencia e inseguridad que se vive en Ecuador parece haber despertado una peligrosa confusión que ha provocado en muchos una desnaturalización del concepto de derechos humanos, incluso bautizándolos de ‘izquierdos humanos’, como si su reivindicación fuera patrimonio exclusivo de cierta orientación política. Una ironía de mal gusto, quizás, pero sobre todo, un gran error de apreciación histórica y filosófica.
Los derechos humanos no son una invención moderna de la izquierda, ni mucho menos una apología del delito disfrazada de justicia social. Son, de hecho, el pilar sobre el cual se erige la doctrina liberal (y por ende, la democracia), esa misma que desde Locke hasta nuestros días, pasando por Mill, Kant o Spinoza, ha defendido la idea de que la protección contra el abuso de poder es fundamental para la libertad y el progreso humano. No, la defensa de los derechos humanos no es patrimonio de la izquierda, es herencia de una doctrina que entendió muy temprano la importancia de limitar el poder del Estado sobre el individuo.
Esta distorsión alcanza lo absurdo cuando se ignora que ni la izquierda clásica ni el conservadurismo han abrazado jamás la idea de los derechos inalienables. La historia nos enseña que proteger estos derechos ha sido una lucha constante contra las tendencias autoritarias de esas ideologías. Por eso, denigrar a sus defensores es atentar contra las libertades que nos definen como personas. Que en pleno siglo XXI se tenga que recordar estas verdades elementales dice mucho, y nada bueno, de la profundidad del debate público actual.
Al final, queda claro que aquellos que desprecian los derechos humanos en nombre de una supuesta seguridad, confundiendo defensa de la libertad con justificación de conductas delictivas, no solo traicionan los principios liberales, sino que también muestran una alarmante disposición a sacrificar las libertades fundamentales en el altar de un supuesto orden. Irónico que aquellos que califican a los derechos humanos como ‘izquierdos’ ejerzan su libertad de crítica protegidos por el paraguas que estos les brindan, ejercicio que no podrían hacer sin su amparo, como ya pasó en nuestra historia reciente.