Arturo Moscoso: Sin luz al final del túnel
. ¿El futuro? Más oscuro que las noches sin electricidad.
Aún recuerdo cuando, en mis años universitarios, salía de casa hacia la universidad antes del amanecer. El presidente Durán Ballén, para paliar la crisis energética, decidió adelantar una hora el reloj. Así nació la famosa ‘hora de Sixto’, con la que el día comenzaba artificialmente una hora antes.
Mi primera clase era a las 6 a.m. Lo bueno era que, en ese tiempo, el riesgo de ser víctima de la delincuencia era menor, aunque el peligro de quedarse dormido en clase era bastante alto. Han pasado 30 años, y la situación no ha cambiado. Mis estudiantes ya no padecen la hora sixtina, pero todavía tienen que leer a la luz de una vela y caminar a oscuras, jugándose la vida. La genial idea no sirvió de nada.
La crisis energética en Ecuador es un constante ‘déjà vu’ del que no podemos deshacernos. ¿De qué han servido las grandes promesas y las multimillonarias inversiones en hidroeléctricas que, supuestamente, nos iluminarían por siglos, varias construidas con ‘sobrecostos’, como eufemísticamente llama a la corrupción el prófugo?
En la penumbra, aún podemos escuchar las promesas de solución de cada gobierno. Sin embargo, seguimos en la oscuridad y, peor aún, sin soluciones a la vista.
Y es que el gobierno actual tampoco ve la luz y no encuentra la forma de resolver este caos, por lo que mejor intenta distraer la atención. Mientras tanto, los cortes también están apagando la ya frágil economía del país. Las empresas pierden producción, las personas pierden sus empleos y las familias sus exiguos ingresos. La oscuridad no solo se apodera de nuestras casas, sino también de nuestro ánimo y, lo que es peor, de nuestra confianza en el Estado. ¿El futuro? Más oscuro que las noches sin electricidad.
Así seguimos, esperando la chispa que encienda el interruptor de la eficiencia y la transparencia, mientras el país sigue tropezando a oscuras y las promesas se consumen más rápido que los fusibles. Quizás sea hora de encender otra luz, no la eléctrica, sino la de la inteligencia política en estas elecciones, porque de lo contrario, seguiremos sin ver la luz al final del túnel.