Arturo Moscoso: Malditos subsidios
El Gobierno ha subrayado ya la necesidad de eliminar estos subsidios. Sin embargo, ya hay grupos que pretenden oponerse
En Ecuador, los subsidios a los combustibles y su posible eliminación son siempre un tema recurrente y polémico. Sin embargo, la realidad es que son ineficientes y perjudiciales para la economía y la sociedad. Mantenerlos no solo impone una carga fiscal insostenible para nuestro país, sino que también distorsiona el mercado.
El costo fiscal de mantener estos subsidios es astronómico. Según el Gobierno, el subsidio le cuesta al país 644 millones de dólares al año. Durante los últimos 13 años, al Estado le han costado 53.860 millones de dólares. Recursos que podrían ser utilizados de manera mucho más eficiente en áreas críticas como salud, educación, infraestructura o programas sociales.
Por otro lado, la distorsión del mercado que generan incentiva el consumo excesivo de combustibles fósiles, lo que contraviene los esfuerzos globales por combatir el cambio climático. Además, quienes más se benefician de estos subsidios no son los sectores más vulnerables, sino aquellos con mayores ingresos. Los hogares de mayores recursos, al poseer más vehículos y utilizar más transporte privado, se llevan la mayor parte del beneficio, dejando a los más pobres con un apoyo mínimo y desigual.
Es por eso que, para que no se genere un impacto negativo en esos sectores, junto con la eliminación debe haber una focalización de los subsidios, dirigiéndolos específicamente a quienes realmente los necesitan, lo que, con la tecnología actual, sería muy fácil de lograr.
El Gobierno ha subrayado ya la necesidad de eliminar estos subsidios. Sin embargo, como siempre, ya hay grupos que pretenden oponerse y que seguramente harán de esto una plataforma política, sin considerar la realidad y la necesidad, pensando únicamente en sus intereses particulares y electorales. Actores políticos que lo único que buscan es desestabilizar al Gobierno y ganar réditos políticos a costa del bienestar del país.
Defender los subsidios en su forma actual es defender una política regresiva e ineficiente que perpetúa la desigualdad y el despilfarro de recursos. Malditos subsidios y malditos quienes los defienden.