Arturo Moscoso: ¿Qué pasó con los 4 de Guayaquil?
...no solo trata de desapariciones, sino también de cómo los ecuatorianos hemos aprendido a justificar lo injustificable
Ismael, Josué, Saúl y Steven, cuatro niños de entre 11 y 15 años, desaparecieron el 8 de diciembre pasado en Guayaquil. Videos muestran que fueron detenidos por hombres en uniformes militares, pero las autoridades, en confusas declaraciones, aseguran que luego fueron liberados. Desde entonces, nada se sabe de ellos.
De los niños, afrodescendientes todos, se dice que “no eran ningunos angelitos”, evidenciando, por una parte, el profundo racismo arraigado en nuestra sociedad, y por otro, la intención de soslayar su condición de menores de edad. Aunque fueran pequeños demonios en potencia, ¿acaso no debería ser responsabilidad del Estado garantizar que tengan una oportunidad de redimirse? Si un niño termina atrapado en un entorno de violencia y pobreza, ¿qué tanto le falló su familia, su comunidad y el país entero?
De esta forma, esto no solo trata de desapariciones, sino también de cómo los ecuatorianos hemos aprendido a justificar lo injustificable. El discurso de “algo habrán hecho” es la muestra más cruda de una sociedad que ha normalizado la violencia y la exclusión. Es más fácil culpar a las víctimas que admitir que el sistema está roto. Más cómodo cerrar los ojos que exigir justicia.
Luego están los militares, quienes, según las evidencias, fueron los últimos en tener contacto con los niños. Las explicaciones oficiales son tan vagas como sus promesas de campaña. ¿Estamos frente a un encubrimiento? ¿Un error? ¿O simplemente una alarmante inoperancia? Mientras no haya respuestas, la sombra de la duda continuará creciendo. Y la duda es el alimento favorito de la desconfianza ciudadana que tanto daño hace a la democracia.
Y más preguntas surgen: ¿qué dice este caso sobre nosotros como sociedad? ¿Hemos llegado a un punto en el que la vida humana, especialmente la de los más vulnerables, vale poco o nada? ¿Hemos normalizado tanto la violencia que ya ni siquiera nos sorprende? ¿Que, mientras no nos toque de cerca, preferimos no mirar demasiado?
Pero la principal pregunta es ¿qué pasó con los 4 de Guayaquil? Y es responsabilidad del Estado responderla con absoluta claridad.