Arturo Moscoso Moreno | ¿Asqueroso?

Y, como muestra de nuestra perniciosa ‘viveza criolla’, redactó su disculpa de manera que formara el acrónimo “niña vaga”
En Ecuador, la mejor estrategia para no responder preguntas incómodas es gritar insultos. Y si incluyen algo de regionalismo barato y un toque de matonismo, mejor. Por eso, cuando el periodista Martín Pallares habló sobre la posibilidad de que patrones de votación y narcotráfico pudieran estar relacionados, el alcalde de Guayaquil reaccionó llamándolo “vocero asqueroso” y advirtiéndole que no pise su ciudad. Sutil y elegante.
Podría esperarse que una autoridad que realmente se preocupa por su ciudad intentara, no sé, refutar con datos lo que se dice o investigarlo. Pero, claro, eso requeriría un esfuerzo innecesario cuando puedes simplemente insultar y, de paso, atizar el regionalismo.
El problema de este tipo de reacciones no es solo el tono agresivo o el desprecio por el debate de ideas, sino el mensaje que envía. En lugar de fomentar el pensamiento crítico, se refuerza la idea de que el ataque personal es un argumento válido. Cuestionar, investigar, debatir son pilares de una sociedad democrática, pero parece que algunos prefieren silenciar en lugar de argumentar. Se trata, en esencia, de un ataque a la libertad de expresión.
El episodio con la asambleísta Lucía Jaramillo es otro ejemplo de cómo el lenguaje y las formas pueden convertirse en herramientas políticas para desviar la atención. Obligado por el TCE, el alcalde tuvo que pedirle disculpas públicas por haberla llamado “niña vaga”. Y, como muestra de nuestra perniciosa ‘viveza criolla’, redactó su disculpa de manera que formara el acrónimo “niña vaga”. Un genio de la diplomacia. Veamos si la ‘gracia’ no le cuesta el cargo.
Estos incidentes no son anécdotas aisladas, sino reflejos de una manera de hacer política en la que las formas importan menos que el impacto mediático y que pretenden desincentivar el debate público. No es casualidad que cierto legislador electo del correísmo sueñe, babeante, con una nueva Ley de Comunicación, al estilo represivo de la que ya tuvieron.
Así, en este espectáculo de insultos, estrategias de evasión y acoso a la prensa libre, cabe preguntarse: ¿qué es realmente más asqueroso?