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Arturo Moscoso: Debate con d de decepción

Avatar del Arturo Moscoso Moreno

El gran debate presidencial fue como un reencuentro con la ex, de esos en que llega con esperanza, pero se va descorazonado

No sabíamos si reír o llorar. O cambiar de canal. El gran debate presidencial del domingo pasado fue como un reencuentro con la ex, de esos en que uno llega con esperanza, pero se va descorazonado. En lugar de propuestas, tuvimos dardos envenenados. En lugar de ideas, indirectas. Y al final todos seguimos sin saber cómo piensan salvar el país los candidatos. Lo que debía ser un ejercicio de deliberación democrática terminó siendo una vitrina de agravios con luces y micrófono.

Luisa González llegó con todo, como quien llega a un velorio con mariachis: con entusiasmo, pero completamente fuera de tono. Combativa y dispuesta a incendiarlo todo. El problema es que en medio del fuego cruzado, perdió el hilo, el tono y la oportunidad, empezando con una frase que creyó sería tendencia, pero que más olía a mala copia. Luego cayó en cada provocación. A ratos parecía que les hablaba a los fantasmas del pasado, a la familia de Noboa, a la Fiscalía, a Glas, a Maduro… a todos, menos al electorado.

Daniel Noboa, en cambio, no brilló, pero tampoco se hundió. Se defendió con algo de ironía y mucho control emocional. Salió menos golpeado, lo cual en un debate de este nivel ya es una forma modesta de ganar. Eso sí, de propuestas concretas, poco. Mantuvo su estilo, casi robótico, pero funcional. El típico alumno que no brilla, pero sabe cuándo no meter la pata.

¿Se movió el tablero electoral? Lo dudo. Más bien se atascó. El que ya sabía por quién votar, no cambió de idea. El indeciso quedó igual de confundido o más. Si el debate era la oportunidad de ilusionarnos con nuestra política, se convirtió en un recordatorio de por qué cuesta tanto.

Y ahora, con apenas dos semanas por delante, comienza la verdadera campaña: la de ir a buscar esos votos que no se ganaron en el escenario. Así que a correr, que el 13 de abril no perdonará. Y la política, menos. Porque al final, esto fue como volver a ver a la ex con la ilusión de que las cosas serían distintas… pero no. Solo nos queda elegir entre lo que quizá podría cambiar… y lo que ya nos rompió el corazón durante una década.