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Arturo Moscoso Moreno | “Mis negritos”

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Porque no, no son “mis negritos”, ni los suyos tampoco

La participación de Ecuador en la Copa América nos ha dejado, otra vez, con una sensación agridulce. El equipo mostró destellos de grandeza y dio la impresión de que podía llegar más lejos, pero al final quedó eliminado. Esta situación no es nueva para los ecuatorianos, quienes a menudo vemos cómo nuestra selección roza el éxito sin poder alcanzarlo.

Y a propósito de la cita futbolística, el racismo, un problema persistente en el país, nuevamente mostró los dientes. Primero, con el trato condescendiente disfrazado de cariño hacia los jugadores afroecuatorianos. El uso de términos como “mis negritos” es un ejemplo. Aunque se puede argumentar que es una expresión de afecto, esta frase subraya una actitud de posesión y disminución. Es como si los jugadores, por su origen étnico, nos pertenecieran. Nadie dice “mis blanquitos”, por ejemplo.

Luego, esta fachada de cariño se desvanece rápidamente cuando los jugadores cometen errores. Las redes sociales y los grupos de chat se llenan de insultos racistas, demostrando cómo la admiración se puede convertir en odio en un instante. Recordemos lo que desencadenó el fallo de Enner Valencia en ese penal decisivo.

Este racismo en el fútbol refleja los prejuicios existentes en nuestra sociedad. Según el Barómetro de las Américas de 2023, las experiencias individuales de discriminación racial en Ecuador casi se han duplicado durante la última década, pasando del 16 % en 2010 al 29 % en 2023, evidenciándola como un problema estructural en el país.

Es inaceptable que en pleno siglo XXI la sociedad ecuatoriana siga siendo tan racista. Esto no puede ser tolerado ni justificado bajo ninguna circunstancia. Es momento de que todos, desde las autoridades deportivas hasta los ciudadanos de a pie, reconozcamos y confrontemos este problema de frente. No se trata solo de educar y sancionar, sino de cambiar actitudes y romper con un ciclo de discriminación que ha persistido demasiado tiempo. La participación de Ecuador en la Copa América debería ser recordada no solo por su desempeño en el campo, sino como un reflejo del lado menos amable de nuestra sociedad y un llamado urgente a la acción. Porque no, no son “mis negritos”, ni los suyos tampoco.