Bernardo Tobar: La cabeza de la serpiente

Sin justicia independiente y proba la ley no vale más que el papel en el que está escrita
Repasar la sentencia de casi 3.000 páginas de la Corte Nacional en el caso Metástasis es como leer una novela negra. Pero no es ficción, es un documental sobre la corrupción judicial y sus conexiones con el narcotráfico. Revela un sórdido y putrefacto entramado que conectaba jueces de todo nivel y plumaje, agentes de policía, fiscales, asambleístas, rábulas, tinterillos, todos bailando al son de Leandro Norero, alias el Patrón, a golpe de sobornos, tráfico de influencias y armas, favores, maniobras extorsivas y hasta planes de asesinato que harían empalidecer al guionista más fantasioso de una narconovela. El fallo expone y condena una red de delincuencia organizada, cuyas prolíficas ejecutorias van desde la conversión de las cárceles en bodegas de armamento ilegal, centros de operación y entretenimiento de las mafias, la manipulación de la información con troles pagados y periodistas amenazados, hasta sentencias y actuaciones judiciales contra derecho, como el ‘habeas corpus’ de Jorge Glas.
Ya sean trampas logísticas relativas al diferimiento de audiencias hasta actos de prestidigitación jurídica de marca mayor, como pruebas falsificadas, sentencias tipo Chucky7 o un ‘habeas corpus’ beneficiando de refilón a quien ni siquiera lo había solicitado -para no agitar el avispero antes de hora y evadir la contradicción en la audiencia-, todo tenía precio y hasta un mercado, que permitía seleccionar al juez menos ambicioso, pactar la contraprestación y entonces, solo entonces, dejar que el expediente resbalase en las manos adecuadas merced a un sorteo igualmente aceitado.
Hay que felicitar este nuevo logro de la Fiscalía y saludar a los jueces autores de la sentencia. Es un paso positivo y rotundo, pero apenas se ha tirado de la punta del ovillo, con otros casos todavía por resolver. Tras el asesinato de Norero -si ocurrió, pues antes fingió su muerte en Perú para fugarse en plan Conde de Montecristo-, otro capo tomará su lugar y el veneno seguirá esparciéndose, mientras no ruede la cabeza de la serpiente.
Sin justicia independiente y proba la ley no vale más que el papel en el que está escrita. Y sin ley no hay futuro, ni república, sea liberal o socialista, democrática o totalitaria, solo un territorio donde campea el crimen organizado. Surge entonces la pregunta inevitable: ¿en qué escenario político tiene la serpiente más probabilidad de conservar la cabeza?