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Bernardo Tobar Carrión | Anarquía digital

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...un modelo estatista necesita masas acríticas, aborregadas, cuya servidumbre mental...

Pregunté a ChatGPT sobre las tres medidas que han adoptado gobiernos autoritarios en las últimas décadas. La inteligencia artificial empezó la lista con el control de los medios. Aunque la respuesta es de Perogrullo, tuve curiosidad de saber si un modelo probabilístico, que basa sus hallazgos en datos fríos y patrones aritméticos, ubicaba la censura mediática en el primer lugar, como lo hacía mi poco sistemática, parcial y prejuiciada observación del mundo. Tan prioritaria es la mutilación de la expresión libre que los aspirantes a dictadores empiezan a posicionarla desde la campaña. Mienten sobre la propiedad privada, la regla de derecho, los mercados; mienten sobre casi todo, pero no ocultan su aversión pasional contra los medios y las redes. El usurpador Maduro hasta rompió relaciones con una de ellas, en su inigualable estulticia.

La lógica es sencilla. Una sociedad basada en la libertad, autonomía e independencia de sus ciudadanos, no les arrebata la elección sobre el contenido y las fuentes de información, sin lo cual no puede haber pensamiento independiente y libremente difundido. Por contraste, un modelo estatista necesita masas acríticas, aborregadas, cuya servidumbre mental y subsidiada las mantenga fieles en las urnas al autócrata pedante, y nada mejor para lograrlo que perseguir al que disiente y censurar lo que incomoda, asegurando el monopolio de la narrativa. Lo hace la China policial de Xi Jinping; y el triunfo de la oposición venezolana no hubiera cobrado tanto reconocimiento sin acceso a la red X. Por eso la quieren silenciar en Brasil y proponen su control la candidata de la extrema izquierda al Salón Oval, los de la mamandurria de Bruselas, con su muletilla del Estado de bienestar -eufemismo de Estado de servidumbre- y cuanto político neomarxista encuentra en las voces independientes el mayor obstáculo para consumar el lavado cerebral colectivo.

Hay que admitir que ninguna información, por más limitada a lo factual, carece de sesgo. La objetividad es algo ilusorio y cualquier regulación en su nombre, una falacia. Lo importante es la disponibilidad de múltiples fuentes, canales privados y contenidos sin otra censura que la del individuo que discrimina lo que consume y decide lo que publica, y en esto las redes digitales, que no están exentas de vicios -¿quién lo está?- son anárquicas y por ello insuperables medios de la expresión libre.