Premium

Bernardo Tobar Carrión: ¿Por qué se jodió el Ecuador?

Avatar del Bernardo Tobar

¿Qué degradó la política hacia el fin del siglo?

Cabría preguntarse, parafraseando a Zavalita, creación de Vargas Llosa en Conversación en la catedral, en qué momento se jodió el Ecuador, cuestión pertinente y de vigencia porfiada. Si bien el escritor peruano se refería a su país, en cuanto a degeneración política parecería estar describiendo al nuestro en la hora actual. En el 79, año de transición a la democracia, disputaban la presidencia Durán-Ballén y Roldós, ambos patriotas, personas de bien, alejados de los extremos. En lo esencial, pasiones aparte, lo mismo podría decirse de los principales líderes del siglo pasado, dominado por figuras como Baquerizo Moreno -“el caballero de la política”-, visionarios como Galo Plaza, estadistas como Camilo Ponce, intelectuales como Raúl Clemente Huerta. Ni Velasco Ibarra, de verbo fatuo, fácil e irresponsable, fue rústico o mangante.

Cierto, también hubo sátrapas y conspiradores, pero murieron arrastrados, y no se permitía a los crápulas sentar cátedra. Los corruptos eran señalados y apartados por decreto cívico, que no se escribe ni caduca. El Congreso también reflejaba altura dialéctica, con debates y alocuciones memorables a pesar de la conflictividad que caracterizaba el fogoso intercambio parlamentario. Había pocos partidos, con perfiles ideológicos marcados, lo que limitaba la feria de conciencias y el cambalache de tiendas electorales.

¿Qué degradó la política hacia el fin del siglo? ¿Es reflejo del deterioro colectivo, de cuyo barro salen también los candidatos, o fruto de un diseño legal perverso que dejó a los peores a cargo de la cosa pública? El de Borja contra Febres-Cordero en el 84 marcó el último debate conceptual, que enfrentó la versión criolla de la social democracia con el liberalismo económico, sin extremismos. Luego no hubo polémicas socráticas o las hubo de una mediocridad aplastante, y cada cual se refugió predicando a sus fieles. Fue una decadencia gradual, hasta que se precipitó al fango. Hoy vale todo, excepto las ideas, el respeto y la ética. Prevalece la falsedad palmaria, la movida clandestina -alias incluidos-, la calumnia sin pudor, la vulgaridad, la diarrea verbal, la ignorancia supina. Los corruptos pontifican, los prófugos arengan, los verdugos transmutan en víctimas, los narcos son celebridades de escaño y piscina, que aprueban leyes en la Asamblea y lavan dinero fuera de ella.

¿Hasta cuándo se dejará humillar el elector?