Bernardo Tobar: Va por el dólar

...el dólar sigue siendo parte del patrimonio irrenunciable de nuestra cultura, a la par del cóndor y del encebollado
Desde que la revolución ciudadana irrumpió en el escenario político, en cada elección presidencial vuelve la dolarización a ser tema de debate. La incomodidad de ese campo político con este sistema monetario es obsesiva, ora la critican abiertamente, como solía hacer su caudillo, ora echan a volar globos de ensayo, que si la emisión electrónica, que si el ecuadólar, que si la soberanía de tres al cuarto, todo con la precisa dosis de ambigüedad como para recular sin mayor consecuencia tan pronto comprueban, una vez y otra, que el dólar sigue siendo parte del patrimonio irrenunciable de nuestra cultura, a la par del cóndor y del encebollado.
Y con razón, pues el dólar preservó el poder adquisitivo del ciudadano común, es factor ‘sine qua non’, aunque no único, para promover inversiones de largo plazo y corta de raíz la emisión de moneda sin respaldo, origen del mayor atraco que sufre el ciudadano a manos del Estado. El favor popular del que goza hace difícil desmontar el sistema con una acción política directa. Que desfallezca por omisión ya es otro cantar. Un gobierno sin la austeridad necesaria para no estirar las piernas de la deuda y del gasto más allá de las sábanas presupuestarias, cuya vena populista o debilidad política le induzca a mantener los subsidios a los combustibles, cuyo estatismo lo lleve a preferir créditos a intereses de usura en lugar de abrirse al mercado de capitales, que no genere la confianza institucional para atraer inversión, dejaría entrar por el traspatio las condiciones para que el sistema monetario se caiga de maduro. Y Maduro lo celebraría.
Hay factores adicionales en juego, como la irresponsabilidad de los activistas que nos encajaron el inconstitucional plebiscito del ITT, que no solo amenaza una importante fuente de divisas, sino que constituye un nefasto precedente para toda inversión futura en cualquier sector de la economía, que queda expuesto a cualquier consulta extemporánea, como si la noción de los derechos adquiridos no existiera. Ni el confiscatorio mandato minero del 2008 generó tal desencanto en el apetito de la comunidad internacional para invertir en Ecuador como el golpe legal al bloque 43, que pasó los filtros de la Corte Constitucional con tanta facilidad como el ejército enemigo las puertas de Troya: en caballo de madera envuelto en papel de regalo y tarjeta dedicada, supuestamente, por la madre naturaleza.