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Bernardo Tobar: Machete

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Ante semejante Leviatán y sus tentáculos no hay más opción que la motosierra, la que Milei puso de moda

Hay una relación inversamente proporcional entre el número de leyes y la seguridad jurídica. “Cuantas más leyes, menos justicia”, advertía Cicerón hace más de dos milenios, como lo hicieron a lo largo de la historia Tocqueville, Bolívar y más recientemente Hayek, Von Mises, Friedman, quienes elevaron la voz contra los efectos perniciosos de la sobreregulación estatal, raíz de toda corrupción. Pero no les escucharon. Los espacios de libertad fueron saturados de leyes y las iniciativas, lastradas bajo el peso de la incontinencia normativa, que ha trocado la regla de derecho, llamada a ser clara, predecible y útil, en un obstáculo, un entramado indescifrable de capas superpuestas y contradictorias, cuya única constante es el cambio y cuyo único beneficiario es el burócrata, erigido en administrador despótico de los permisos que pone y quita y de los procesos que empuja o suspende, según.

Cada norma retroalimenta el círculo vicioso, pues viene preñada de competencias que el administrador ejerce hasta el límite y más allá, haciendo necesarias más leyes, pues algo tiene que hacer la nómina en constante expansión. Abierto el apetito por el control, nada es suficiente para saciarlo. Siempre van por más y lo hacen desde su feudo, llámese secretaría, alcaldía o prefectura, indolentes al freno social que supone, a su costo general y a la corrupción estructural que origina. ¡Cuánta energía, tiempo y oportunidades se pierden en satisfacer cada invento regulatorio!

Ante semejante Leviatán y sus tentáculos no hay más opción que la motosierra, la que Milei puso de moda en la campaña Argentina para persuadir, con un gesto, lo que la masa no capta con el discurso: cada nueva regulación asfixia la libertad como el matapalo al árbol del que se nutre parasitariamente. También en Estados Unidos el candidato republicano ha adoptado la misma propuesta, aunque, evitando evocaciones sangrientas, ha preferido denominarla comisión de eficiencia gubernamental.

Llámese como se quiera, podría ser “plan machete” para honrar la sabiduría del sencillo hombre de campo, la solución de la quiebra fiscal y la reducción estructural del elefantiásico aparato estatal no se logrará si no se identifican y cortan de un tajo miles de leyes y reglamentos que han multiplicado a tontas y a locas las competencias burocráticas y sus presupuestos. Ya no es aceptable pasarle la cuenta a los ciudadanos.