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Bernardo Tobar: Nuevo Muro de Berlín

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Lo que escamotea la etiqueta es que tal agenda exige sustituir la libertad individual por el poder omnipresente

En Ecuador y varios países hispanohablantes se han adoptado, sin beneficio de inventario, tendencias normativas europeas. Se explica por la herencia colonial, pasando por la introducción, a instancias de Bolívar, de instituciones de factura francesa a la Gran Colombia y a las repúblicas que le sucedieron. Abundan los ejemplos de legislación importada de ultramar hasta llegar a la Constitución de Montecristi, un bodrio armado por activistas, guerrilleros y acomplejados con la asesoría trasnochada de españoles.

Si en la independencia pesaron, con razón, legados históricos, en la actualidad han pesado más el complejo y la ignorancia. Y la hipocresía del mediocre, que envidia el sueño americano, pero jamás votaría por reproducir lo bueno de las instituciones anglosajonas. Emular al imperio, jamás; a copiar el GDPR europeo. Es cierto que ni Estados Unidos, otrora la tierra libre, desregulada, donde todo era posible y lo fue, la economía más exitosa y la sociedad más móvil del planeta -un europeo tarda generaciones en moverse de escala social, sin importar su fortuna-, ha logrado escapar del marxismo reptante y rampante, que sigue tan vivo como hace un siglo y ha logrado levantar un muro mental que ciega a sus generaciones jóvenes, porque ya no se presenta de frente, exhibiendo sus garras totalitarias, sino con banderitas inocentes, tipo agenda 2030 y todo ese rollo de cambio climático, identidad de género, comercio justo, ciudadanía universal, igualitarismo y otros supositorios marca solidaridad. Lo que escamotea la etiqueta es que tal agenda exige sustituir la libertad individual por el poder omnipresente.

Así ha llegado Occidente a rendirse ante un nuevo becerro de oro, solo que la nueva deidad, la naturaleza, sin libros sagrados que exhibir, dispone de oráculos, siempre activistas de izquierda y celebridades descerebradas y malagradecidas, que mutilan las patas del mismísimo caballo sobre el que han cabalgado hasta el éxito.

Pero Europa, fuente del Manifiesto, cuna del arte y tierra de holocausto, teatro de dos guerras mundiales y más, exportadora de novelerías políticas fracasadas, vuelve nuevamente a rectificar su curso virando el parlamento de la Unión a la derecha. Habrá que ver si es un resabio por coyuntural hartazgo de tanta progresía, o el inicio del dominó que derrocará, como en 1989 el Muro de Berlín, las barreras mentales levantadas por el neomarxismo.