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Bernardo Tobar | Paja y trigo

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La ONU no ha dicho una sola palabra sobre los derechos de los venezolanos, mientras teclea incesante sobre otros temas

El dictador Maduro, irreductible como burro en aguacero, se empecina en consumar el fraude, a pesar de que la oposición le ganó la mano escrutadora publicando las actas que prueban el abrumador rechazo al socialismo. Pero ahí sigue, explotando cuanto recurso y tropelía enseñó Castro a sus discípulos de Puebla, incluyendo la mentira manifiesta, la importación de mercenarios, el secuestro, tortura y desaparición de políticos y gente común, la represión sanguinaria de la protesta cívica. Sin embargo, en lugar de intimidarlo, esta vez la violencia irracional del poder insufla renovada determinación en el pueblo. Tampoco le ha funcionado al gobierno bolivariano su propaganda o la narrativa de sus aliados de bolsillo, por la anarquía inherente de las redes digitales, la mayor pesadilla de Miraflores.

Creo que la dictadura tiene los días contados. Lo creo a partes iguales por razón y por emoción, porque el universo premia la convicción y el coraje que tejen la divisa de María Corina Machado. Si bien la estrategia de probar y defender el voto ha sido crítica para lograr apoyos internacionales, añade su liderazgo un factor inusual, pues la verdad de la milanesa ha estado siempre patente: 25 años destruyendo un país e igualando en la pobreza a todos excepto a los enchufados, que nadan en la abundancia mientras ocho millones emigraron para sobrevivir, sería inverosímil sin la manipulación electoral y la complicidad internacional. La ONU no ha dicho una sola palabra sobre los derechos humanos de los venezolanos, mientras teclea incesante sobre el cambio climático, la agenda totalitaria 2030, la reconciliación con los animales y chorradas por el estilo. Silencio miserable.

Como toda crisis extrema, la venezolana ha cribado la paja del trigo. Quedan registrados los países y líderes, incluyendo empresariales y religiosos, que se alinearon rápidamente, sin titubeos ni ambivalencia, con la libertad y la democracia, así como quienes optaron, calculadores, por esquivar el bulto, en complicidad solapada, la peor. Y no podían faltar los capos y esbirros que salieron presurosos de sus madrigueras a rendirle tributo servil al usurpador, inscribiendo sus nombres en el mural indeleble de la infamia. Ahora queda por ver qué ejércitos y facciones armadas dan el paso que parecería exigir la obstinación de un tirano patético y desquiciado, que suma cada hora crímenes de lesa humanidad.