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Bernardo Tobar: Precedente vicioso

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Queda mutilada la libertad de la familia para formar a sus hijos según su sistema de creencias

No habría mayor problema con hombres que se identifican como mujeres o viceversa, sin mencionar las decenas de variantes de género que han construido, si llevaran su fiesta en paz, sin obligar a los demás a bailar su música. El problema es que usan al Estado para imponerla. No es coincidencia que la ideología de género y el socialismo vayan siempre cogiditos de la mano: el ‘modus operandi’ colectivista precisa forzar cambios culturales mediante leyes o usar las cortes para instrumentar ideologías. Por añadidura, atacar el fundamento de la familia es la mejor estrategia para debilitar a la sociedad y convertirla en un rebaño dócil, una masa acrítica a la usurpación totalitaria.

Es con ese trasfondo que debe analizarse el caso constitucional de un niño de cinco años, legalmente incapaz para tomarse una cerveza o votar, pero apto para repudiar su sexo, según se infiere del precedente jurisprudencial. El libelo, firmado por los padres, reclama que el niño autoidentificado como niña no recibía el trato de tal por sus compañeritos en la escuela, niños en esa edad inocente, que las ridiculeces de los adultos no han alcanzado a deformar, cercanos todavía a lo simple y natural como para tragar las ruedas de molino de una Blanca Nieves con barba o siendo besada por un príncipe calzado con tacones, para no mencionar más que los delitos estéticos.

Esa es la inocencia infantil que usurpa la sentencia 95-18-EP/24 de la Corte Constitucional al aceptar la demanda y ordenar, entre otras medidas contrarias a la autonomía de la comunidad estudiantil que no comulga con el predicamento transexual, que el establecimiento modifique el “código de convivencia de la institución educativa” para garantizar un “enfoque de diversidad sexo-genérica” según las directrices del Consejo Nacional para la igualdad de género. Léase obligar a los demás niños a ver lo que no ven ni creen. Queda mutilada la libertad de la familia para formar a sus hijos según su sistema de creencias, si contradicen la ideología de género. Y queda abolida, vaya ironía, la diversidad que dicen defender al impedir que una organización, sea escuela, club deportivo, sociedad mercantil o cualquier otra, adopte un código de valores propio, representativo de su particular identidad, sea de corte religioso o agnóstico, si se aparta del molde único de pensamiento oficial, cuyo oráculo es el aparato burocrático de marras.