Bernardo Tobar: La promiscuidad y sus parásitos
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Ya decía Tácito hace dos milenios que cuanto más corrupto es el Estado, más numerosas son las leyes
En Estados Unidos el dinero de los contribuyentes se ha gastado en estudios de género en Georgia, programas DEI en Serbia e Irlanda, una ópera transgénero en Colombia, cómics transgénero en Perú, condones en Gaza, donaciones a la prensa dócil, hasta apoyo a la narrativa del ‘establishment’, celebridades de bolsillo incluidas. Siendo hallazgos de las primeras horas de lupa sobre USAID y otras agencias, ¿qué develará la indagación a fondo del chiringuito?
Y si esto pasa en un país con sólida institucionalidad, vaya usted a saber el destino del gasto fiscal en Ecuador, cuyos tentáculos estatales se expandieron a tontas y a locas, locas y tontas incluidas, especialmente desde Montecristi, que metió las narices del tutor público en todo. La multiplicación de oficinas y presupuestos estatales y la incontinencia regulatoria que las precede, así como las nuevas normas que expiden una vez instituidas, originando más competencias y entidades, alimenta un círculo vicioso y una burocracia parasitaria que gobierna tras bastidores. Esta maraña normativa plagada de superposiciones, contradicciones y deliberadas ambigüedades, es una telaraña que atrapa los intentos de fiscalización y paraliza a los ciudadanos que necesitan un permiso oficial casi para todo. Ya decía Tácito hace dos milenios que cuanto más corrupto es el Estado, más numerosas son las leyes.
He insistido sobre este fenómeno en este mismo espacio. No hay conciencia generalizada del impacto inhibitorio y el costo económico y en oportunidades que la omnipresencia regulatoria supone sobre la dinámica social y su propulsión espontánea. Las iniciativas mueren antes de nacer. El ejercicio de la libertad depende, en buena medida, como en el Medioevo, del beneplácito de algún sablista ungido con una potestad pública.
Pero hay una cruzada en curso y parece que los días de la promiscuidad regulatoria y sus parásitos están contados. Trump ha dispuesto que por cada nueva regulación se deroguen 10 y ha puesto a Musk a cargo de la motosierra inventada por Milei, quien derogó más de 40 leyes y centenas de regulaciones apenas posesionado. Bukele redujo de 262 a 44 los municipios. Ursula von der Leyen pide iluminación para detener la caída en picada de la competitividad europea y Draghi, el costoso gurú, le participa su epifanía, que suena a mala palabra en la Europa políticamente correcta: desregular. ¡Vaya clarividencia!