Premium

Bernardo Tobar: El rol de las élites

Avatar del Bernardo Tobar

La libertad no se vende sola, ni se la debe asumir por descontado; es importante como para dejarla en manos de los políticos

El trabajo por horas, parte de la reforma tabú pendiente, volvió a fracasar. Por algo es tabú. Pero el balance de la reciente consulta popular deja nuevamente al descubierto la ausencia de liderazgo en la orilla liberal, que no tuvo una campaña para convencer. Hubo, sí, voces aisladas, pero no un plan de comunicación que juntara a varios actores alrededor de un mensaje, como el que tuvieron los enemigos de la libertad de siempre, incluyendo la Conaie, Pachakutik, socialistas, sindicalistas y, como no, los correístas. ¿Dónde estuvieron los amigos de la libertad?

Los impulsores del no respecto de la pregunta del trabajo por horas y el arbitraje en inversiones hicieron su trabajo, fueron fieles a sus consignas, por retrógradas y absurdas que sean; fueron capaces de deponer diferencias y coordinar un mensaje, montar una plataforma común y orquestar una campaña apelando con precisión quirúrgica a las taras colectivas que, contra toda lógica, inducen a la gente a dispararse en el pie. En tanto los gremios empresariales y organizaciones del sector productivo que se supone promueven el emprendimiento y la generación de empleo fueron, una vez más, los grandes ausentes o voces débiles, sin concierto, estrategia o campaña para convencer.

La libertad no se vende sola, ni se la debe asumir por descontado; es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos. Al ‘establishment’ jamás le conviene desarmar proteccionismos, porque va contra la supervivencia de un sistema que se alimenta y justifica de la intervención estatal bajo cualquier bandera atractiva para la masa, llámese soberanía, justicia social, igualitarismo, buen vivir o cualquier otra etiqueta lo suficientemente altisonante y cliché como para escamotear la estafa cívica que conlleva.

La responsabilidad de la empresa con la sociedad, especialmente en países que caminan al filo de la navaja, va más allá de generar retorno para sus inversionistas y oportunidades de desarrollo a sus colaboradores. Hasta las democracias maduras han necesitado de un Elon Musk que levante la voz contra la corriente que erosiona la libertad y los valores occidentales. Las élites en la empresa y la academia liberal -pues la otra sí hace lo suyo- están llamadas a hacer política, ciertamente no la que aspira al gobierno, pero sí la que contribuye a formar cultura e ideas sobre los grandes temas de interés nacional.