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Bernardo Tobar | Contra viento y marea

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No hay salud social sin un tejido empresarial sólido

Ecuador tiene uno de los sectores empresariales cualitativamente más preparados. No es una exageración, es el resultado de lidiar con cambios incesantes de las reglas del juego; de navegar contra la corriente burocrática, que lastra toda iniciativa con regulaciones excesivas y absurdos cuellos de botella, volviendo casi inviables hasta los proyectos más sencillos; de competir en un sistema que premia a los enchufados con monopolios y a los corruptos, con contratos públicos; de absorber el sobrecosto laboral ocasionado por el anacronismo normativo -la ley laboral es más inamovible que las fronteras-; de lograr eficiencias que contrapesen la carga fiscal, una de las más altas de la región; de duplicar el gasto en seguros, dada la quiebra y disfuncionalidad de la seguridad social obligatoria; de compensar la pobre prestación de servicios estatales, como la energía, la seguridad o la justicia.

No hay salud social sin un tejido empresarial sólido. Ya sea el pequeño taller de barrio, una sofisticada industria de software o una millonaria operación de exportación, todo emprendimiento enfrenta la contingencia de lograr que el mercado prefiera sus productos, servicios o experiencias a los de la competencia. A esta incertidumbre inherente, universal, hay que añadir el alto riesgo país, que se traduce en más costo del dinero, menos opciones de financiamiento, menos apetito para invertir, en suma, menos oportunidades para el emprendimiento, el crecimiento empresarial y el empleo.

¿Cómo se puede planificar en un escenario donde lo habitual es la sorpresa, la inestabilidad política? ¿Cómo se puede avanzar donde las instituciones estatales solo atinan a poner la carreta delante de los caballos? ¿Cómo se puede tener confianza para generar empresa y empleo si la regla de derecho ha sido anulada por el capricho burocrático, donde la función judicial adolece metástasis y la economía criminal campea a sus anchas? Sin embargo, el sector empresarial sigue sosteniendo al Ecuador, apostando a su futuro, contra viento y marea.

Cuántas más oportunidades de empresa y empleo podrían generarse si la sociedad estuviera librada a sus propios designios, si las autoridades se limitaran a remover los obstáculos que han fabricado a guisa de bien común, justicia social, equidad o cualquier otra etiqueta que escamotea el pingüe y antiguo negocio de sembrar dificultades para vender facilidades.