El arma de la comunicación

Quienes ejercen liderazgo en cualquier ámbito tienen una responsabilidad de comunicar alertando las batallas que nos esperan...
“No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Con estas promesas sombrías inició Winston Churchill un breve discurso el 13 de mayo de 1940 para convocar la unidad nacional en torno a un objetivo: “victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia”. El enemigo a vencer era Alemania, que había invadido ya casi toda Europa occidental y se disponía a ejecutar la Operación León Marino: el golpe a Gran Bretaña.
Superados por los alemanes en casi todos los recursos necesarios para ganar la guerra, cuando una capitulación pronta y sin mayor derramamiento de sangre lucía inevitable -Francia optó por esta vía-, Churchill apeló a la moral británica y consiguió reanimarla hasta un grado de determinación que sería clave para hacer frente al enemigo y cambiar lo que parecía el curso sentenciado de los acontecimientos. Temas militares aparte, esta es una de las grandes lecciones de comunicación que ofrece la historia. Otra pieza memorable nos legó Martin Luther King Jr. en 1963, “I have a dream”. Y está la sutil y encendida exhortación de Juan Pablo II en 1979, que transformó la resistencia al comunismo soviético en acción definitiva.
En estos discursos y muchos más que convocaron al logro de objetivos que parecían inalcanzables, destacan algunos factores comunes. Además de plantear un objetivo concreto, el más saliente es que el líder no ofrece resolver los problemas ni esconde la gravedad de los hechos y las dificultades, y señala la cuota de sacrificio y esfuerzo que cada uno debe aportar para ser parte de la solución. El segundo es que apela a la reserva moral, al acervo de valores compartidos como fuente de coraje y finalidad: la recompensa no es material, sino la preservación de un valor trascendente. Finalmente, transmiten convicción, esperanza, determinación. El liderazgo es en esencia un ejercicio de comunicación.
En esta hora en que Ecuador se vuelve a jugar el futuro -el deporte nacional, según parece-, quienes ejercen liderazgo en cualquier ámbito tienen una responsabilidad de comunicar alertando las batallas que nos esperan, el objetivo trascendente a lograr, el sacrificio que implicará de todos y la confianza en el éxito. Para redentores, agoreros y visiones apocalípticas ya tenemos suficiente con las redes sociales.