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Dedicado a Sevilla, ciudad con identidad

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Este puerto a orillas del Guadalquivir se nutrió de los romanos, los visigodos, los musulmanes del norte de África durante ocho siglos

Hay una ciudad que fue el centro y nervio vital de los siglos de oro de la monarquía hispánica. Allí funcionaba la Casa de Contratación, que autorizaba los viajes a ultramar, el puerto desde el que iniciaba toda expedición colonizadora y por donde ingresaba cuanto venía de las colonias. Así se convirtió en el núcleo de la fusión cultural, del crecimiento económico y del poder político del que llegaría a ser el mayor imperio en el mundo. En su Archivo de Indias se concentra toda la documentación relativa a América, y en su catedral gótica, la más grande de su tipo, reposan los restos de Colón, o lo que queda de ellos luego de que renegaran de sus huesos los primeros depositarios en Cuba.

Este puerto a orillas del Guadalquivir se nutrió de los romanos, los visigodos, los musulmanes del norte de África durante ocho siglos, hasta que la reconquista le devolvió su vocación cristiana, pues si algo vibra inocultable en su gente, de toda generación, es la veneración al Cristo de la Misericordia, a la Virgen de la Macarena, a santa Justa y a santa Rufina, patronas de la ciudad, y el cultivo de la imaginería y la tradición que, con un crucifijo en el pecho y una muleta en la mano, adquiere cotas mágicas durante abril, mes de Semana Santa, de procesiones, de flamenco, de feria costumbrista y de toros, cuya saga se prolonga buena parte del año, dentro y fuera de su antigua Maestranza. Porque en Sevilla no solo torean los Talavante o los Rivera. Se visten de luces todas sus mujeres, que se plantan tan bien y con tanto duende, como si tuvieran por misión inspirar a Morante en sus tardes de albero o a Sara Baras en sus noches flamencas. En Sevilla las mujeres no quieren asemejarse a los hombres ni viceversa, y serían muy probablemente las primeras en desalojar cualquier manifestación antitaurina -que sería vista más como una amenaza a su identidad que como inocente protección a los animales- a punta de gracia y taconeo.

Desde Sevilla recibió América, y en especial la región Andina, dominada entonces por los incas, que entre debut y despedida duraron apenas 80 años como imperio y no aprendieron a escribir -cuando en Mesopotamia ya se escribía al menos desde 3.200 años a.C.-, un legado cultural de riqueza incomparable. Quienes tenemos el privilegio de hablar el español como lengua nativa heredamos más que el segundo idioma más hablado del mundo. Que no es poco.