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¿Democracia o servidumbre?

Avatar del Bernardo Tobar

Esto no es democracia, cuya esencia es la representación de los electores por las autoridades elegidas. Es una usurpación legalizada, es pedirle un mandato al dueño del negocio para luego estafarlo...’.

Se aproxima, ¡horror!, otro proceso electoral. Un buen centenar de millones de dólares de los contribuyentes se empleará en este montaje circense, en cuyas pasarelas desfilarán los candidatos más descalificados para cualquier oficio, salvo las excepciones de rigor. El voto es un cheque en blanco que los políticos giran sobre la cuenta de libertades individuales, tejiendo una telaraña legal que los mantiene inmunes a toda responsabilidad mientras gozan sin pudor de las mieles del poder.

Las nuevas autoridades, ya se sabe, serán tan incompetentes como las sustituidas, ya por torpeza innata, deformación cultural, o por defecto del diseño institucional, pero con hambres frescas; y con gran energía por estrenar, que será empleada sin dilación en expandir el indescifrable vericueto normativo, dando rienda suelta a la promiscuidad regulatoria, savia del político contemporáneo. Inventarán más ordenanzas, decretos, controles, restricciones a la libertad, permisos previos, mientras los ciudadanos de a pie, pobres individuos inconscientes de su servidumbre, verán inermes cómo los tentáculos de la cosa pública, en incesante crecimiento parasitario, alcanzan los pocos resquicios de libertad que aún quedan.

Esto no es democracia, cuya esencia es la representación de los electores por las autoridades elegidas. Es una usurpación legalizada, es pedirle un mandato al dueño del negocio para luego estafarlo contra su voto de confianza. Porque se abusa del ciudadano sometiéndolo al viacrucis de una autorización oficial para realizar aquello que, en último análisis, no es otra cosa que el ejercicio de derechos y libertades personales. En efecto, asociarse, construir, fraccionar y disponer de la propiedad, montar un negocio, subcontratar tareas e innumerables actos de similar índole e interés exclusivo de las partes involucradas exigen licencias de funcionamiento, autorizaciones, permisos y registros previos, supervisiones burocráticas, cuando no están simplemente prohibidos. Pero los políticos que crean estas reglas no tienen prohibido nada: en los hechos falsean votos frente a las cámaras, hacen la corte a la delincuencia organizada -de la que algunos son capos en toda regla-, meten la mano a la justicia, fraguan golpes de Estado … Y aquí no pasa nada. Vuelven a por uvas en las próximas elecciones, por sí mismos o por interpuesto testaferro.