¿Élites ausentes?

Las élites no pueden hoy rehuir la responsabilidad de autoconvocarse y organizar a la sociedad civil...
He dicho ya que al Ecuador lo construyen, desde cada rincón y barrio, millones de ecuatorianos que trabajan cada día por salir adelante, por generar bienestar para sus familias, por hacer empresa. Mientras los políticos y las instituciones públicas gastan energía y dinero de los contribuyentes conspirando, desestabilizando, urdiendo corruptelas, contaminando el aire con sus miserias intrascendentes e inútiles conflictos, la gente común sigue imaginando un futuro, innovando, invirtiendo. Ahí están inversionistas, empleados, administradores, clientes, consumidores, proveedores, la academia dedicada a formar espíritus críticos e independientes, forjando la cadena que mantiene todavía al país asido al futuro.
Pero no es suficiente. Ya no alcanza. Porque ese Ecuador paralelo, el del trabajo, el del sueño emprendedor y la empresa pujante, el de cordilleras de nostalgia, selvas místicas e islas encantadas, que todavía anima a nuestros hijos a fincar hogar, ese país puede a la vuelta de la esquina perder el pulso en el fuego cruzado de los actores políticos.
La sociedad ha sido cómplice, con su voto irracional, de la bomba de tiempo en que se ha convertido la cosa pública: por un lado, el poder político, esto es el espacio de intervención y control de la autoridad sobre la vida de las personas, ha crecido obscenamente como contrapartida de la falsa promesa del Estado de bienestar; por otro, esa misma expansión parasitaria, que alcanzó el extremo del absurdo con el bodrio de Montecristi, ha tejido un esquema refractario a líderes idóneos. Bajo la fachada retórica de un sistema de participación democrática, lo que existe es un mercado negro de empresas electorales, en el que avanzan como pez en el agua quienes dejan su conciencia en la orilla.
El actual gobierno, el primero en dos décadas en anclar su propuesta en la libertad, que prometía detener el avance desbocado del estatismo, la inseguridad y la narcopolítica, no parece que va a lograrlo. Entre la oposición caníbal y sus propios errores, se está esfumando una oportunidad histórica.
Las élites no pueden hoy rehuir la responsabilidad de autoconvocarse y organizar a la sociedad civil, a los ecuatorianos del rincón y del barrio que construyen día a día el Ecuador paralelo, y ofrecer una alternativa conceptual clara frente al circo de la política y sus trampitas electorales.