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La estafa de Montecristi

Avatar del Bernardo Tobar

¿Podrá María defender su derecho? Depende del ánimo y la tendencia ideológica del juez a quien corresponda ponderar los derechos en conflicto.

La Constitución vigente inicia proclamando “El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia”, fórmula que sustituyó la noción de “Estado de derecho” que contenían las anteriores cartas políticas. Este cambio, que al lector desprevenido podría parecerle apenas un giro semántico, erosiona el valor de la regla de derecho -fundamento del imperio de la ley y de los límites del poder público en una democracia liberal- y la supedita a los derechos, en plural, es decir a ese resultado incierto -ponderación lo llaman los neoconstitucionalistas- de sumar, restar, multiplicar y dividir los distintos derechos que pueden entrar en colisión en un escenario concreto.

Así, en un Estado de derecho, María tendría derecho incuestionable y pleno sobre el departamento que logró adquirir con los ahorros de muchos años de trabajo; mas en el Estado de derechos y justicia, vaya María a saber qué mismo tiene, pues su derecho a la propiedad podría entrar en conflicto con su función social o ambiental, el igualitarismo o cualquier otro derecho del buen vivir, los derechos de la naturaleza, que no quiere un edificio encima, o hasta el derecho de acceso a la vivienda de todos, que en países como España -de cuyos socialistas trasnochados importamos estos conceptos- ha servido para darle protección jurídica a la ocupación ilegal de inmuebles. ¿Podrá María defender su derecho? Depende del ánimo y la tendencia ideológica del juez a quien corresponda ponderar los derechos en conflicto. Ya no prevalece la regla de derecho, ni sus certezas, pues en esta novedosa fanesca jurídica el balance lo pondrá quien esté, como en Viernes Santo, en control de los fogones y el salero.

Como Montecristi publicita en titulares lo supuestamente positivo y escamotea los efectos ulteriores a través de su catadura reglamentaria, la gran mayoría encajó, seducida por ese baratillo de derechos y garantías, un auténtico supositorio contra la libertad. La Constitución del 2008 hay que sepultarla, no solo porque su fórmula económica ha fracasado donde se la ha ensayado o porque su traje único del buen vivir es incompatible con la extrema diversidad cultural del Ecuador y la libertad personal, sino, además, porque su génesis, democrática en apariencia, fue el resultado de un artero montaje de prestidigitación política y manipulación de masas, como no se había visto jamás.