Las legiones de Satoshi
Motiva este aumento constante de las legiones de propietarios de cripto la pérdida de confianza en las monedas fiat, esto es las divisas de “curso legal"
H asta hace pocos años varios gurús de las finanzas tradicionales vaticinaban el fracaso de Bitcoin y otras criptomonedas (cripto), el caso de uso más relevante de los registros distribuidos y descentralizados de datos digitales denominado Blockchain. Pero la inversión en cripto ha continuado creciendo y a la fecha BTC y ETH, las dos más importantes, suman más de US$ 1 trillón de valor de capitalización de mercado. Si comparamos esta cifra con el tamaño de las economías estatales, estarían entre las 15 primeras. Motiva este aumento constante de las legiones de propietarios de cripto la pérdida de confianza en las monedas fiat, esto es las divisas de curso legal que los bancos centrales emiten artificiosa e ilimitadamente para capear las crisis y financiar los gastos de un estado hipertrofiado, en expansión inercial incontenible.
Satoshi Nakamoto, presudónimo utilizado por los autores de Bitcoin, logró tanto lo inconcebible para los defensores de la teoría tradicional del estado-nación, cuanto lo añorado por los libertarios: la generación descentralizada, sin intervención oficial, de una moneda. Recordemos que pocos siglos antes de la era imperial romana las monedas surgieron de la convención comercial -es decir de la libertad individual de intercambio- antes que la autoridad política asumiera el rol de acuñarlas y dictaminar cuáles podían circular con poder liberatorio. Desde esta perspectiva, la innovación tecnológica reciente ha permitido a la humanidad recuperar una libertad antigua, originaria.
Vitaly Buterin, un ruso-canadiense nacido en el 94, también puso lo suyo. El protocolo que cofundó, Ethereum, está diseñado para tokens que admiten complejas instrucciones autoejecutables (SmartContracts). Uno de esos tokens, el NFT, usado en la actualidad para activos no fungibles, como fotografías y obras de arte únicas, puede usarse para transferir al universo Blockchain la prueba de titularidad y las sucesivas transferencias de dominio de inmuebles, acciones, valores u otros derechos, sin el concurso ni la intermediación de notarios, fedatarios o registradores. Y ciertamente sin políticos que pretendan administrar un sistema que por arquitectura está llamado a prescindir de controladores o tutores, públicos o privados.