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El miedo a la libertad

Avatar del Bernardo Tobar

¿Cómo podemos explicar la atracción que sobre tantas personas ejerce actualmente el sometimiento a un líder?

La libertad constituye el atributo definitorio de la esencia humana y su más grande don, pero su ejercicio supone responsabilidades, desafíos, que muchos prefieren evadir. Este es el tema central de Miedo a la libertad, una de las obras más importantes de Erich Fromm, publicada en 1947. Este psicólogo vivió en Alemania hasta que Hitler se hizo con el poder, y fue también testigo cercano de la instauración del fascismo en Italia y del socialismo en Rusia. Por eso abre su libro con estas preguntas: “¿Puede la libertad volverse una carga demasiado pesada para el hombre, al punto que trate de eludirla? ¿Cómo ocurre entonces que la libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que para otros no es más que una amenaza? ¿No existirá tal vez, junto a un deseo innato de libertad, un anhelo instintivo de sumisión? Y si esto no existe, ¿cómo podemos explicar la atracción que sobre tantas personas ejerce actualmente el sometimiento a un líder?”. Preguntas tan vigentes hoy como hace 75 años.

Para responderlas, Fromm se refiere al proceso de individuación, esto es el paso personal desde la infancia, marcada por una dependencia total, hasta el encuentro con la propia identidad y la conciencia de la soledad del yo. Esta emancipación supone asumir riesgos, elegir caminos, abandonar certezas; en suma, un viaje que algunos encaran con el entusiasmo que supone el dominio de la libertad, en tanto otros lo evaden, prefiriendo hipotecar su autonomía a cambio de seguridades. Esto explicaría, desde la psicología, por qué las mayorías (los individuos emancipados son los menos) forman rebaños irracionales en torno a ideologías fracasadas, esas que prometen garantías estatales al precio de la libertad: es una decisión emocional.

Fromm cita como un período histórico de gran individuación al comprendido entre la Reforma y los inicios del siglo XIX, lo cual coincide con la época en que las ideas liberales tuvieron mayor acogida. Tocqueville también lo constata en 1831: “[El] habitante de los Estados Unidos aprende desde su nacimiento que hay que apoyarse sobre sí mismo para luchar contra los males y las molestias de la vida; no arroja sobre la autoridad social sino una mirada desconfiada e inquieta, y no hace un llamamiento a su poder más que cuando no puede evitarlo. Esto comienza a sentirse desde la escuela…”.