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¿Muerte cruzada?

Avatar del Bernardo Tobar

Mucho se puede corregir, por lo tanto, vía reglamentaria y otro tanto, por consulta popular’.

Para remontar la quiebra moral y financiera que produjo la larga pesadilla socialista, necesitaría el Ecuador muchos cambios, empezando por la derogación de ese bodrio jurídico forjado en Montecristi. Pero hay que jugar con las cartas a disposición, no con las ideales.

Una de esas cartas sería la disolución de la Asamblea, que dejaría como beneficio unos decretos-leyes sintonizados con la libertad y el progreso, mientras pondría en su sitio a unos asambleístas que, aparte de alinearse con los delincuentes que sitiaron y destrozaron Quito en el 2019, han negado sistemáticamente todo intento de cambio legal. El beneficio, sin embargo, sería transitorio y reducido a los síntomas, pues las causas que explican la composición de la actual Asamblea siguen en el ambiente, y sus vicios se reproducirán con mucha probabilidad en la próxima elección. El costo, por contraste, sería enorme, pues la muerte cruzada erosionaría la estabilidad política y la confianza para atraer inversión y generar empleo, el principal objetivo nacional. Malas leyes no han impedido inversiones, pero sería ingenuo pensar que el impulso empresarial no sufriría un frenazo ante la incertidumbre de unas elecciones anticipadas. El presidente actual tiene tres años por delante para dejar enrumbado al país, aun sin el concurso del órgano legislativo. En materia legal hay que aprovechar la misma medicina que inventaron los socialistas, cuyas leyes ambiguas remitieron deliberadamente al Ejecutivo el desarrollo de los vacíos y contradicciones. Mucho se puede corregir, por lo tanto, vía reglamentaria y otro tanto, por consulta popular. En materia de atracción de capitales y dinamización de la economía los inversionistas y emprendedores le ponen más atención a la estabilidad -de nada sirven bellas leyes que durarán hasta las próximas elecciones-, al compromiso político con la libertad, a la firmeza y liderazgo para lograr que todas las instituciones que dependen del Ejecutivo remen en la misma dirección. En esta materia falta mucho por hacer, pues quedan en organismos públicos muchos operadores de la traba, burócratas hostiles al cambio, tecnócratas sin ningún sentido de la urgencia. Finalmente, el Ecuador apenas ha desportillado la punta del iceberg de la impunidad, dejando todavía en juego a quienes destruyeron el país en caso de elecciones anticipadas.