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Los políticos

Avatar del Bernardo Tobar

Es la lógica electoral, el circo de mentiras, la retórica tan ampulosa como vacía y las falsas promesas que los mantienen vigentes

Los políticos son casi todos unos hijos de su madre, aunque la madre de tales personajes poca culpa tenga en el desaguisado. Aunque algo hay en aquello de cría cuervos y te sacarán los ojos, pues los funcionarios te extirpan los riñones y media billetera en impuestos, y otra media en inflación. La corrupción es la guinda del pastel.

En el universo paralelo, por donde uno mira hay gente bregando por el pan de cada día, labrando su destino, sudando la camiseta de la vida de carne y hueso. Gente real, que trabaja, inventa, emprende, construye, invierte. Gente que está pensando en las necesidades de los demás y en cómo satisfacerlas, estado mental que define al empresario; que está pensando en ampliar las fronteras del conocimiento, estado mental que define a la academia; que corre la milla extra en el trabajo, separándose de los mediocres. Gente que razona, suma, soluciona, edifica, que aporta la energía que propulsa a la humanidad hacia adelante.

No los políticos, que ni construyen, o edifican ni razonan. Son parásitos, animados por el instinto perverso de dictar normas y políticas para controlar a quienes trabajan, innovan o arriesgan. Son una suerte de anomalía en el concierto social, entretenidos en luchas vanidosas, poderes fatuos, disputas efímeras. Son incapaces de visiones de largo plazo, pues el proselitismo electoral pasa por el encantamiento inmediato, por definición. Por eso miran más bien al pasado, reescriben y falsean la historia y dividen a la sociedad en buenos y malos, según el baremo de la ideología de moda. Como que se desquitan con el ciudadano por su mala cuna, aborreciendo a los de buena, que de algún resquicio podrido de la conciencia surge la bronca contra las élites, los de arriba, los pelucones.

Es la lógica electoral, el circo de mentiras, la retórica tan ampulosa como vacía y las falsas promesas que los mantienen vigentes, pues la masa entiende poco o nada, pero le gusta hacer parte de un bando. Maniqueísmo puro, o estás con la corriente más ruidosa o quedas apátrida.

Como hay ciclos para todo, esta fase de tolerancia extrema con la inmundicia moral dará paso a un despertar colérico. No está lejos el día en que la mostaza rebase la cota y la sociedad se levante en armas, figurativamente hablando, para expulsar a todo tutor público de sus vidas. Como decía Borges, algún día mereceremos no tener gobiernos.