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Ucrania, el mismo dilema de siempre

Avatar del Bernardo Tobar

La invasión rusa a Ucrania descubre el mismo dilema esencial de todas las guerras: la libertad y bienestar individuales enfrentada a la amenaza de las formas parasitarias de poder...’.

La primera sociedad política concebida para la protección de las libertades individuales y la prosperidad de las personas en lugar de a la salud del imperio surgió en 1776, con la declaración de independencia de EE. UU. La Revolución francesa ocurrió pocos años más tarde y aunque significó el fin del absolutismo monárquico, el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, que recapturó el poder en 1799, impediría que la semilla liberal germinase al mismo tiempo y con la misma fuerza que en Norteamérica. Napoleón gobernaría hasta 1814, y luego por un breve interregno hasta el restablecimiento de Luis XVIII como monarca constitucional hasta 1824. Pero no solo fueron Napoleón o la restauración borbónica los que marcaron en Francia y buena parte de Europa un curso político tan diferente al de EE. UU., sino las mismas ideas de Russeau, que contribuyeron a sustituir el mito del derecho divino de los reyes por el mito del derecho divino del pueblo, el despotismo colectivo.

Al Este en el Viejo Mundo hubo regiones enteras que pasaron en el siglo pasado del absolutismo monárquico a dictaduras comunistas, sustituyendo élites aristocráticas e ineptas por burocracias igualmente ineptas, pero sin cambios para la libertad, como Rusia y buena parte de los pueblos eslavos, que apenas ensayaron formas democráticas de gobierno a partir de la caída del Muro de Berlín. Pero son solo eso, formas democráticas, decorado político, pues bajo el falso velo de elecciones periódicas, que mantiene a las masas ingenuas distraídas con pan y circo, en esas regiones prevalece una inveterada reverencia ante la mano férrea de un autócrata, y el predominio del favor político sobre el mérito emprendedor.

La invasión rusa a Ucrania descubre el mismo dilema esencial de todas las guerras: la libertad y bienestar individuales enfrentada a la amenaza de formas parasitarias de poder -todos los autoritarismos son parasitarios-, cuyo único objetivo es su propia expansión.

¿Rusia está mirando al futuro o más bien es perseguida por su pasado? Habrá que ver si en esta ocasión la interdependencia global que conecta al ciudadano común -rusos incluidos-, esa globalización creada por la libertad y el mercado, con su acceso a nuevas tecnologías y flujos financieros, pesará más en el ánimo del ruso medio que los sueños imperiales de sus gobernantes.