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Carlos Reyes: Caos energético e incapacidad de un gobierno improbable

Avatar del Carlos Alberto Reyes Salvador

Con cada nuevo corte de energía se hace más improbable el combate efectivo contra el crimen que aterroriza a las ciudades

La crisis energética que atraviesa el país nos ha sumido en la más profunda penumbra, literal y figurativamente. Apagones repentinos, prolongados y descoordinados han alterado nuestro ritmo de vida, afectando gravemente a la industria, el comercio y los hogares. El caos energético parece desbordar a un gobierno que, lejos de proponer soluciones claras, se ha convertido en el símbolo de la improvisación y la falta de planificación.

Los apagones no tienen ni día ni hora definidos. Semana a semana se cambian los horarios de los cortes dejando a ciudadanos y empresas sin capacidad de anticiparse o prepararse. Lo más preocupante es que los cortes de energía no se ajustan a la programación ya establecida, por lo que las personas se ven obligadas a convivir con una incertidumbre permanente. Para los pequeños comerciantes, que dependen de la electricidad para mantener en funcionamiento sus negocios, la situación es particularmente grave. Para la industria, que requiere una planificación logística rigurosa, es un golpe demoledor.

En lugar de enfrentar la emergencia con medidas concretas y efectivas, el Gobierno ha mostrado una sorprendente incapacidad para gestionar la situación. Las declaraciones del mandatario frente a la crisis energética han sido escasas y han dejado mucho que desear; su respuesta a esta crisis se siente tan caótica como los propios apagones.

En un país donde la economía ya venía enfrentando serios problemas estructurales, los apagones han sido la gota que colma el vaso. Los efectos sobre la producción industrial son devastadores, las empresas grandes y pequeñas se ven obligadas a detener sus operaciones, perdiendo miles de dólares por hora. No se trata solo de una cuestión económica: la desconexión de servicios básicos como agua potable por la falta de energía en las plantas de tratamiento ha creado una crisis sanitaria en algunas regiones. A esto se suman los apagones que interrumpen la vida cotidiana de los ciudadanos, afectando el acceso a la educación, al transporte y a la salud.

Emulando la redundante sintaxis, tan vacua como cacofónica, utilizada por el presidente de la República en su discurso en homenaje a la ciudad de Guayaquil (¿lo fue?), no parece tan improbable que los apagones constantes y la falta de soluciones hagan cada vez más improbable la tan esperada recuperación económica del país. Con cada nuevo corte de energía se hace más improbable el combate efectivo contra el crimen que aterroriza a las principales ciudades del país. Es también cada vez más improbable que el Ecuador pueda sostenerse como un Estado funcional, sumido en la precariedad institucional.

En este escenario, la candidatura de Noboa para un próximo mandato también comienza a tambalearse, improbabilizando sus posibilidades de reelección. Probablemente, el improbable presidente verá cómo su improbable gobierno cae víctima de las promesas incumplidas y las expectativas fallidas. Y, aunque Noboa se aferre a la improbabilidad como si fuera un salvavidas, lo cierto es que las probabilidades juegan en su contra. La falta de acción frente a esta crisis energética ha generado una profunda insatisfacción en la ciudadanía, lo que podría costarle su efímera carrera política. De continuar así, la ‘improbable’ presidencia de Daniel Noboa podría quedar reducida a un pie de página en la historia política del Ecuador.