Carlos Reyes: La era del Trumpismo
Con su frase “América primero”, Trump no oculta la visión nacionalista y proteccionista
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos y el mundo se embarcan en una nueva fase que podría devenir en profundas transformaciones ideológicas que podrían alterar el panorama político, cultural y económico de Estados Unidos, con repercusiones que se sentirán mucho más allá de sus fronteras.
Con su frase “América primero”, Trump no oculta la visión nacionalista y proteccionista, que a todas luces prioriza los intereses nacionales sobre las alianzas tradicionales y los acuerdos multilaterales. La OTAN, la ONU y otros organismos internacionales han pasado a un segundo plano en sus prioridades, al igual que tratados comerciales y compromisos ambientales. La decisión de abandonar el Acuerdo de París y el apoyo limitado a la cooperación global reflejan este enfoque, generando un ambiente de desconfianza en aliados tradicionales y de rechazo hacia lo que considera un “gasto innecesario”.
En este segundo mandato es probable que esta tendencia se acentúe. La relación con aliados de largo plazo, como la Unión Europea, seguirá siendo tensa, mientras que las potencias emergentes como China y Rusia encontrarán una oportunidad para posicionarse como líderes alternativos en el escenario internacional. En lugar de ceder al multilateralismo, Trump continuará reforzando su política de acuerdos bilaterales, aunque eso signifique romper alianzas de décadas.
La rivalidad entre Estados Unidos y China define el eje económico de la era del trumpismo. En su primer mandato, Trump inició una guerra comercial con el gigante asiático, imponiendo aranceles que afectaron las cadenas de suministro globales y elevaron los costos de bienes para consumidores y empresas. Este conflicto podría escalar en su segundo mandato, afectando aún más a la economía mundial y a los países que dependen del comercio con ambas potencias. Pero las tensiones se extienden más allá de lo comercial, abarcando la competencia tecnológica y de influencia global.
Trump podría intentar limitar el acceso de China a tecnología avanzada y reducir su rol como proveedor principal en la economía global, impulsando una ‘desglobalización’ en ciertos sectores y abriendo oportunidades para que otros países asuman una mayor participación en la producción y exportación de bienes.
La política económica de Trump ya ha mostrado antes resultados favorables, con recortes de impuestos y desregulaciones que estimularon el crecimiento y la creación de empleo, fortaleciendo notablemente la economía del país.
Trump logra impulsar la economía de EE.UU. incentivando la inversión privada mediante la disminución de barreras regulatorias y recortes impositivos. En este segundo mandato se esperaría que sostenga estas directrices con miras a beneficiar a sectores clave, como los de la manufactura, energía y construcción. Buscará fortalecer acuerdos comerciales bilaterales que promuevan el crecimiento de la economía americana y que estén orientados a la atracción de inversiones y la protección de sectores industriales clave, velando por la estabilidad económica de las pequeñas empresas y de las familias trabajadoras estadounidenses.
La influencia de Trump trasciende las fronteras estadounidenses, cambiando el paradigma de la política global.