Carlos Reyes: Tarea pendiente

Sin embargo, incluso alejados de esos peligros evidentes, no basta con buena voluntad
Atrás quedó el fantasma de los ecuadólares, de la “dolarización a la ecuatoriana”, y de tantos otros eufemismos que pretendieron justificar mecanismos alternativos de liquidez que, en el fondo, habrían dinamitado el sistema monetario que por más de dos décadas ha sostenido al Ecuador. Con la reciente victoria electoral de Daniel Noboa, se disipan -al menos en el corto plazo- aquellas oscuras y protervas intenciones que rondaron recientemente en la campaña electoral.
Sin embargo, incluso alejados de esos peligros evidentes, no basta con buena voluntad, ni con leyes declarativas o reformas constitucionales para blindar la dolarización. Su sostenibilidad requiere acciones concretas, técnicas y sostenidas en el tiempo que aseguren que los dólares se mantengan en la economía, que fortalezcan el nivel de las reservas internacionales y atraigan la inversión extranjera.
El nuevo gobierno debe alejarse de promesas populistas y asegurar una rigurosa disciplina fiscal. En una economía sin banco central que emita moneda, gastar más de lo que se recauda no solo es irresponsable, sino potencialmente suicida. El Estado debe tener reglas claras: techos de gasto, límites de deuda, y una prohibición constitucional al uso del Banco Central como prestamista. La solución no es más impuestos, sino un gasto público racional, austero y eficaz. Esto incluye una poda de subsidios regresivos, eliminación de entidades inútiles y un rediseño del aparato estatal.
También debe abstenerse de meter mano a las reservas internacionales, pues son estas las que garantizan liquidez al sistema financiero y respaldan la circulación del dólar, lo que a su vez da confianza a los inversionistas, tanto locales como extranjeros. Atraer inversión extranjera es vital para garantizar el ingreso de divisas permanentes. Ecuador debe convertirse en un destino atractivo, con seguridad jurídica, reglas estables, carga tributaria competitiva, tramitología ágil y un sistema judicial despolitizado. Solo así fluirán los capitales que generen empleo, impulsen exportaciones y mantengan viva la dolarización.
Una economía que no puede devaluar debe competir con calidad, eficiencia e integración global. El país tiene que acelerar la firma de acuerdos comerciales, eliminar trabas burocráticas a los exportadores, invertir en infraestructura y reducir costos logísticos.
Exportar es la forma más sana de obtener divisas. Para ello, se requiere incentivos, crédito barato, tecnología e inteligencia comercial. Ecuador debe priorizar sus sectores estrella -camarón, banano, cacao, flores- pero también diversificar, innovar y subir en la cadena de valor. Es imperativo recuperar nuestra categoría de país petrolero, concentrando esfuerzos para incrementar nuestra capacidad de producción, permitiendo el acceso a empresas extranjeras que permitan optimizar la producción petrolera.
La dolarización necesita certezas y confianza en que el gobierno no improvisará, que respetará los contratos, que no cederá ante presiones corporativistas ni tentaciones autoritarias. Cuidar el dólar es cuidar la institucionalidad, y la libertad económica. Es defender el bolsillo del ecuatoriano.
Daniel Noboa recibe un país fracturado, y su Gobierno debe comprometerse con una narrativa de país confiable. El mayor legado que puede dejar a la historia es preservar -y fortalecer- el sistema que más ha protegido a los pobres: la dolarización. Esa es su tarea pendiente.