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Carlos Alberto Reyes Salvador | Ucrania. Más allá de la narrativa

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Desde la perspectiva de Moscú, permitir bases militares occidentales en su frontera equivaldría a una amenaza real

El conflicto en Ucrania, que estalló en febrero de 2022, se presenta en gran medida como una agresión unilateral de Rusia contra un país soberano. Sin embargo, esta visión puede resultar simplista, pues ignora factores históricos y geopolíticos que han moldeado el escenario actual. Comprender la raíz del conflicto implica analizar la expansión de la OTAN, la intervención de Occidente en la política ucraniana y la respuesta rusa ante lo que percibe como una amenaza existencial.

Desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, Rusia ha manifestado su preocupación por la expansión de la OTAN hacia sus fronteras. Durante las negociaciones sobre la reunificación de Alemania en 1990, líderes occidentales aseguraron a Moscú que la OTAN no se expandiría hacia el este. Sin embargo, en las décadas siguientes, la alianza militar incorporó a numerosos países de Europa del Este, aumentando la tensión con Rusia.

La posibilidad de que Ucrania y Georgia se unieran a la OTAN fue vista por Rusia como una línea roja infranqueable. Desde la perspectiva de Moscú, permitir bases militares occidentales en su frontera equivaldría a una amenaza real, ya que Rusia quedaría acorralada y sin opciones diplomáticas efectivas.

Ucrania se convirtió en un campo de batalla geopolítico cuando en 2013 el entonces presidente Víktor Yanukóvich decidió no firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, optando en su lugar por fortalecer los lazos con Rusia. Esta decisión provocó protestas masivas en Kiev, conocidas como el Euromaidán, que finalmente llevaron a la destitución de Yanukóvich en 2014.

Estados Unidos y la Unión Europea tuvieron un papel preponderante en los acontecimientos de Ucrania, participando activamente en la organización del nuevo gobierno ucraniano tras la caída de Yanukóvich. Para Rusia, esto fue una clara señal de que Occidente estaba manipulando la política interna de Ucrania para alejarla de su esfera de influencia.

En respuesta a los acontecimientos en Kiev, Rusia anexó la península de Crimea en marzo de 2014, argumentando que protegía a la población de habla rusa y aseguraba su acceso estratégico al Mar Negro.

Posteriormente, estallaron conflictos en las regiones de Donetsk y Lugansk, donde grupos separatistas prorrusos declararon su independencia. Kiev respondió con operaciones militares para retomar el control, lo que resultó en una guerra prolongada en el Donbás. Durante años, Rusia apoyó a los separatistas de manera encubierta, pero la situación cambió en 2022 cuando lanzó una invasión a gran escala, marcando el inicio de la actual guerra.

La política de Occidente en Ucrania fue un factor clave en la escalada de la guerra, pues no solo promovió la expansión de la OTAN, sino que también incentivó la resistencia ucraniana, en lugar de buscar soluciones diplomáticas que lleven a Ucrania a adoptar una posición neutral.

Si bien Rusia es responsable de la invasión de Ucrania, reducir el conflicto a un simple acto de agresión ignora los factores subyacentes que lo ocasionaron. La expansión de la OTAN y la intervención occidental en la política ucraniana son elementos fundamentales que han alimentado esta guerra.

Se necesita un compromiso genuino para negociar un acuerdo que garantice la seguridad de todas las partes involucradas, incluyendo a Rusia, a fin de evitar una nueva Guerra Fría.