Un país de elecciones

¿Quién llegará a Carondelet? Es una lotería. La atomización del voto impide distinguir las propuestas programáticas
Por segunda vez en este año volveremos a las urnas. Este 20 de agosto el país entero consignará su voto para elegir presidente, vicepresidente y asambleístas quienes, por el lapso de 18 meses que durará el mandato, se abocarán incansablemente, no a resolver los problemas del país, sino a hacer campaña para lograr una nueva victoria electoral en los comicios del 2025.
Con tantas convocatorias a elecciones se podría pensar que ya somos expertos en elegir, sin embargo, cada Asamblea nos demuestra lo contrario y, como si fuera casi imposible, terminamos eligiendo una peor que la anterior.
Es llamativo ver cómo los candidatos y sus binomios emergen por doquier, sonriendo y repartiendo abrazos como si estuvieran de fiesta, dando una muestra de euforia que no se compadece con la realidad del país, como si no lograsen comprender la solemnidad que demanda el cargo al que aspiran y la seriedad y complejidad de los problemas que habrán de enfrentar.
En estas elecciones exprés, denominadas así por el corto tiempo que demanda la Constitución para ser llevadas a cabo, la papeleta electoral se muestra variopinta, con 8 candidatos y sus binomios, quienes con escasos ejes programáticos ni ideologías políticas buscan llegar a Carondelet desde el centro, diluyendo cualquier identidad para poder atraer el voto de todos. Así, para elegir tendremos al hijo millonario, al pseudomercenario, al que quiere exportar agua, al que quiere llevarse todo, al que quiere acusar a todos, al ‘ex-outsider’, al nuevo ‘outsider’, al ‘exvice’, al total desconocido. Llenan sus discursos de obviedades y las demandas del país se convierten en mensajes de campaña: más seguridad, empleo, salud y enfrentar a El Niño.
¿Quién llegará a Carondelet? Es una lotería. La atomización del voto impide distinguir las propuestas programáticas y se amalgama la derecha con la izquierda, el correísmo con el anticorreísmo, y hasta el ambientalista con el extractivista, eje de particular importancia por la consulta del Yasuní, que acompañará a estas elecciones. Así, los candidatos buscan posicionarse en el centro, ni chicha ni limonada, sin ideologías, sin compromisos, en una suerte de propuestas tan obvias como vacías.
Nos convertimos en un país que vive de elección en elección, llenas de promesas que sacian la necesidad de esperanza del pueblo, un pueblo que termina eligiendo a gobernantes que no logran ejecutar sus planes de gobierno ni establecer políticas de Estado que subsistan al periodo para el que fueron electos, sea por falta de capacidad o experiencia, o sea por enfrentar a una clase política cuyas agendas particulares solo obedecen a intereses ajenos al bien común.
Las consecuencias las vemos y las vivimos desde hace ya mucho tiempo y son nefastas para nuestra endeble economía y para el desarrollo del país, con una afectación directa en el riesgo país y en la inversión extranjera.
Mientras vivamos de elección en elección, no se logra aliviar el desempleo rampante, no podremos enfrentar la violencia en las calles, combatir la narcodelincuencia ni atender los efectos de El Niño, cuyo impacto afectará la salud del pueblo y la infraestructura del país.
¿Será esta la receta perfecta para que la protesta social se encienda nuevamente en las calles e impida gobernar a quien venga?