Se pisan el poncho

El movimiento político con mayor organización de base convirtió un proceso de democracia interna en una batalla campal...
El bochornoso espectáculo brindado en el Puyo el pasado 29 de abril durante los comicios internos de Pachakutik, pugnando por la dirigencia nacional del movimiento, nos da acaso una idea de cómo gobernarían, en el supuesto no consentido, de que llegasen a ganar la Presidencia de la República. ¿Sería esta la forma de designar ministros, gobernadores y demás autoridades? Podríamos imaginarnos las turbas de indígenas con lanzas, ponchos y taparrabos, a empujones en Carondelet, destruyendo cuanto encuentran a su paso por dentro de sus instalaciones, como antes lo hacían en las calles de la capital.
El movimiento político con mayor organización de base convirtió un proceso de democracia interna en una batalla campal, en la cual pudimos ver al Joker del páramo y sus secuaces intentando tomar el poder del partido, en un ejercicio de fuerza y barbarie, violentando todos los procedimientos y reglas de la democracia, como es su estilo, llegando incluso a alterar los padrones electorales y haciendo votar a quien es y quien no es.
Al encontrarse el recinto electoral sitiado por las fuerzas de choque, también conocidas como guardia indígena, la dirigencia en funciones se vio obligada a suspender las votaciones dada la falta de garantías que permitan asegurar una elección limpia. Sin embargo, poco importó aquello cuando de forma arbitraria, valiéndose de la fuerza de sus lanzas y sus empujones, el bando del Joker declaraba como ganador a su candidato, Guillermo Churuchumbi, quien se encuentra acusado de concusión durante su gestión como alcalde de Cayambe.
En un despliegue de analfabetismo político, Churuchumbi declaraba su deseo de llegar a ser gobierno de este país para el 2025, revelando así las verdaderas intenciones del guasón, a quien se pudo ver cómo de forma ‘amable’ invitaba a los tres candidatos a unirse a su lista única “por el bien del movimiento Pachakutik”, amenazando con la aplicación de la justicia indígena para quienes se opongan a sus ideas o a quienes no acaten sus resoluciones. Amenazando incluso a los mismos asambleístas del partido. Ahí, cuando el lenguaje no alcanza, simbólica y literalmente, el acto se precipita de forma violenta.
Con absoluto cinismo, los vandálicos aseguran que no hubo tal acto de violencia, que en ejercicio de sus derechos quisieron ingresar al recinto electoral para de manera democrática observar cómo se desarrollaba el proceso electoral, aseverando que la guardia indígena estuvo para “proteger” a la dirigencia saliente.
Vemos de esta manera cómo entre ellos, literalmente, se pisan el poncho. Se reconocen como traicioneros a sus propias creencias, acusándose mutuamente de ser bandos lassistas y correístas, vendidos a intereses protervos de terceros, mostrando así una falta de identidad absoluta y admitiendo su calidad utilitaria e insignificante.
Todo esto da cuenta del resquebrajamiento de este movimiento político, que habiendo alcanzado en las últimas elecciones el bloque más grande que jamás hayan logrado tener, no ha sabido cohesionar su posición en la Asamblea, perdiendo así una oportunidad histórica de ser parte de la construcción de este país y no de su destrucción, como están acostumbrados.
Iza quiere llevar su estallido a Carondelet y con él, al mariateguismo tan fracasado en el mundo andino.