Carlos Andrés Vera: Bajarle la espuma

Sé muy bien lo que es sufrir acoso en redes y no es algo que deba tomarse a la ligera
En todo el mundo, las redes sociales son terreno de batalla. Ahí, mucha gente trastornada de pronto alcanza audiencias que masifican mensajes llenos de ira. Pasa en todas partes y es un fenómeno propio de la modernidad.
En Ecuador, el debate público en los últimos años se ha visto -además- crispado por una polarización inédita, provocada principalmente por la irrupción de un líder político claramente desequilibrado. Culminado el último proceso electoral, es un buen momento para repensar nuestras formas en el debate público y hacer de ese un espacio más respetuoso.
Los arrebatos de aquel líder han generado una corriente contraria en cuyos extremos hay gente igual de peligrosa. Días atrás, Alondra Santiago, periodista cubana que ha ganado una audiencia importante, ha sufrido una serie de ataques infames producto de esta polarización. Por su simpatía con el correísmo, Alondra debe aguantar cosas como una recolección de firmas para su deportación, acoso en la calle y amenazas contra su integridad y su vida. Con ella, yo mismo he tenido intercambios subidos de tono (de lado y lado) de los que no me enorgullezco. Sin embargo, jamás se me ocurriría que nuestras diferencias le merezcan absurdos tan crueles como devolverla a una dictadura o comprometer su vida.
Cuando vi en Twitter el cargamontón que le hicieron, me preocupé por ella. Sé muy bien lo que es sufrir acoso en redes y no es algo que deba tomarse a la ligera. Uno puede desarrollar cuadros depresivos y llegar a tener pensamientos suicidas. ¿Es eso lo que se busca con ataques tan infames? ¿Va a ser este un mejor país si mañana deportan a Alondra o alguien la agrede? La respuesta es obvia. Repensar nuestras formas es reconocer en el otro, más que a un antagonista, a un ser humano que -como la gran mayoría- quiere lo mejor para el país.
Vamos casi 15 años masacrándonos en el debate público. Esa polarización nos tiene divididos, mientras nuestro enemigo común -el crimen organizado- se toma cada esquina y causa terror en más y más familias. Nuestras diferencias deben ventilarse de forma civilizada. Los ecuatorianos no somos enemigos. Enemigos los que trabajan para destruir nuestra sociedad. Es a ellos a quienes estamos llamados a sepultar. Al debate público, bajémosle la espuma.