Carlos Andrés Vera: La cultura del fraude político

Es su forma de operar. Y si nadie los detiene, seguirán haciéndolo
El caso de Augusto Verduga es la confirmación de algo que ya sabíamos, pero que nunca deja de sorprender: en Ecuador, el fraude político no es un accidente, es una cultura. Se ha vuelto tan común que ni siquiera se disimula ya. Se ejecuta con cinismo, con total descaro, como si el engaño fuera un derecho adquirido, no una vergüenza.
Verduga fue electo como consejero de Participación Ciudadana y Control Social, un cargo que, por su propia naturaleza, debería estar reservado para ciudadanos sin afiliación política. Se supone que esos cargos son para personas con méritos en la militancia ciudadana, no en la militancia partidista. Pero Verduga no llegó ahí por sus méritos como ciudadano. Llegó porque fue promovido por Rafael Correa. Violando, además, la ley electoral. ¿Participación ciudadana?
Ese fue el primer fraude. La trampa -expresa para cualquiera- fue colocar a alguien que no representaba a la ciudadanía, sino a una organización política con un historial de corrupción, abuso de poder y persecución contra quienes se les han opuesto. Pero el fraude no se quedó ahí.
Una vez electo, Verduga no hizo ni el más mínimo esfuerzo por ejercer su cargo con independencia o con el mínimo decoro institucional. No hubo siquiera una farsa de autonomía. Como demuestran los chats publicados en estos días, usó su posición para operar directamente para el partido, en la sombra, de forma secreta, con seudónimos, como si fuera parte de una organización clandestina, no de un proyecto democrático.
Los chats muestran de cuerpo entero, una vez más, a un partido que nunca procede de forma limpia, que se apoya en fachadas y busca de forma consistente el control institucional a través de mecanismos mafiosos. No buscan gobernar, buscan tomarse el Estado. No buscan servir, buscan servirse. Y cuando son descubiertos, se convierten en perseguidos políticos, en víctimas.
Una muestra más de lo que siempre han sido: una organización que existe para proteger a un grupo de corruptos sentenciados. No es un asunto aislado, lo han convertido en una cultura. El fraude no es una herramienta ocasional. Es su esencia. Es su forma de operar. Y si nadie los detiene, seguirán haciéndolo.