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Carlos Andrés Vera | Tiene que ser difícil

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Aproximadamente $16 millones en promoción electoral se tiran a la basura en cada elección presidencial

Hace unos días, en mi cuenta de X mencioné que estaba de acuerdo con que el Estado deje de financiar campañas políticas. De inmediato surgieron críticas: que solo los millonarios podrían ser presidentes, que sería un retroceso en derechos… Como si recibir dinero público para hablar pendejadas fuera un derecho.

De los 16 binomios presidenciales que participaron en 2021, ¿cuántos recuerda usted? No ‘googlee’. ¿Podría mencionar siquiera la mitad? No podrá recordar los 16, a pesar de los más de $300.000 que recibió cada uno para promoción electoral. En época de elecciones los fondos públicos saturan vallas, franjas de TV y cuñas de radio con las caras y discursos de decenas de desconocidos. Desconocidos entonces, y desconocidos ahora.

“Soy Juan Pérez, candidato, y te propongo bajar la inseguridad porque yo sí tengo huevos”. Acto seguido: “Soy Benido Benavidez, y te propongo bajar la inseguridad porque tengo más huevos que Juan Pérez”. Así, se nos presenta una interminable cantidad de buenos para nada, en un ciclo tortuoso que termina saturando tanto a la audiencia que no retiene a ninguno.

Aproximadamente $16 millones en promoción electoral se tiran a la basura en cada elección presidencial. El sistema no está diseñado para garantizar contiendas más equitativas, sino para ofrecer una ilusión de igualdad. En la práctica ha demostrado ser ineficiente y debe terminar.

Hacer política es, por naturaleza, un trabajo difícil. Un político se forma desde abajo, organizando su comunidad, ascendiendo con los años a cargos de representación ciudadana, y ganándose el respeto de su gente a través del servicio. Se da a conocer gracias a sus aciertos y al liderazgo que demuestre en espacios de opinión pública. Hace carrera y, con el tiempo, llega a dignidades de mayor influencia y responsabilidad. Por supuesto, también surgen fenómenos como Milei, que en cuatro años de participación en la opinión pública se convierten en presidenciables. Lo esencial es la vocación de servicio, la estructura política, la visión y el liderazgo, no el dinero público.

Darse a conocer es una tarea de años, no algo que se resuelve con los $300,000 que el CNE asigna para que se hable banalidades con los colores de un partido alquilado. A los partidos, que los financien sus militantes; y a los políticos, que se den a conocer haciendo política. Es una tarea difícil. Tiene que ser difícil.