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Carlos Andrés Vera | Expuestos

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No hace falta seguir describiendo lo ocurrido, lo hemos visto todos

Cuando las circunstancias políticas llegan a extremos como el que hemos visto esta semana en Venezuela, se vuelve muy fácil separar la sensatez de la locura, o el argumento de valor de la paja. Para ilustrarlo, comparemos las acciones y el discurso de María Corina Machado con los de Maduro.

Machado sabía que la oposición ganaría la elección y que el gobierno no aceptaría su derrota. Por eso, casi 48 horas después de cerradas las urnas, publicó las actas, demostrando al mundo los resultados. Ante la previsible reacción del gobierno, con las pruebas en mano y con pleno derecho, ha llamado a la movilización del pueblo venezolano para defender la voluntad popular. Su liderazgo es firme y sensato a pesar de las amenazas en su contra y de haber sido imposibilitada de participar como candidata.

Por el otro lado, Maduro. Declarado ganador en tiempo récord, sin mostrar un acta, ha dicho que el sistema informático del CNE sufrió un ataque cibernético desde Macedonia. Luego afirmó que el ataque vino de “Ilon Moskt” (como él lo llama). Según Maduro, Moskt “invadirá con sus cohetes” Venezuela, pretende robar la riqueza mineral del país y darle el petróleo a Trump. En consecuencia, Maduro no solo ha ordenado a su fuerza pública defenderse de “Moskt”, sino que también lo ha retado a los puñetes. Mientras tanto, al menos 16 personas han sido asesinadas. Los correligionarios del gobierno en la Asamblea, el Ejército, la Fiscalía y el infaltable Diosdado Cabello, lo han secundado hablando de la amenaza fascista, han recordado a Hitler y han acusado a María Corina Machado de terrorista.

No hace falta seguir describiendo lo ocurrido, lo hemos visto todos.

Los eventos no pueden ser más claros. La discusión ideológica respecto a los hechos ya no tiene cabida. Hace tiempo entramos en los terrenos del sentido común: nadie mínimamente racional puede creer las fábulas de Maduro. Esta circunstancia nos expone a todos, desde ciudadanos hasta líderes nacionales y regionales. Según los cuestionamientos, la indiferencia, el silencio o la complicidad que asumamos respecto a lo ocurrido en Venezuela, resulta muy fácil distinguir al demócrata del autoritario, al informado del ignorante, al sincero del hipócrita, al crítico del cómplice, al idealista del fanático, al inteligente del idiota.